Ricardo Monti, sin dudas, el mejor dramaturgo iberoamericano contemporáneo, ha escrito con agudeza e inteligencia Una noche con el Señor Magnus e hijos. Seguramente su entorno sociopolítico lo llevara a decir o denunciar o reflexionar sobre el poder, la ambición, la desmesura y el desequilibrio.
La obra nos ubica desde el inicio, dentro de una familia. Magnus es el padre y, al mismo tiempo, un tirano, un dios, un espejismo, una fuerza social. Los hijos viven sometidos a Magnus en esa vieja y suntuosa casa que habitan, de donde no pueden escapar, no porque las puertas estén cerradas sino porque los ata el temor, las convenciones y los ritos. La contracara de Magnus es el viejo Lou, un personaje animalizado por la sumisión. Con Magnus, llega a escena Julia, una conquista amorosa que será sucesivamente madre, virgen, prostituta. Los hijos presencian y participan de las representaciones que inicia Magnus . Son sucesos ya ocurridos pero la repetición, el ritual, les otorga validez. De algún modo, el poder de Magnus se perpetúa en la reiterada representación de su historia. Dos actos violentos cierran la obra: ¿Fin de un mito e inicio de un cambio? ¿O vacío que condena a la repetición e inmovilidad?
La puesta en escena de Roberto Aguirre llega a despertar ciertos sentimientos y emociones que sólo el teatro, quizás sólo el buen teatro, puede dar. (F. Hache)
Fotos: Lucila Kofoed
Clasificaciones: Teatro, Adultos
- TEATRO DE REPERTORIO (2019)