Opiniones sobre Hernanito

  • 01/05/2012 21:16
    Laura 2
    Que una obra de teatro reúna algo tan heteróclito como una fábrica metalúrgica, un empleador ventrílocuo o un obrero evangelista, señala –en una primera mirada- una conjunción al menos extravagante, difícil de reconciliar. Pero en el universo de la dramaturgia de A Acobino, la obra se ensambla con inteligente costura, en una relación de sentido que excede a los clásicos lineamientos de las relaciones de poder, e incluso los invierte.
    Hernanito se despliega –quizá se oville- sobre la figura del doble, de un “otro” alienado y a la vez alienante, que se reproduce, se interroga y se contesta en auténtica dialéctica esquizoide. Un ventrílocuo –un artista hijo de artista, para reforzar la simetría biológica- decide cambiar su derrotero “vocacional-familiar” para convertirse en “Jefe” de una fábrica metalúrgica. Contrata a un obrero algo adusto y aplicado, que parece servirle de propia reformulación existencial. A partir de allí, el relato se abrirá ante la poética del desencanto: la retórica del empleado actúa como palabra especular sobre la realidad del empleador y el cotejo entre estos dos mundos, aparentemente dispares, deviene en una amenaza sobre los límites de la relación laboral. El lenguaje, la identidad, el deseo, el lugar del artista, se escurren como problemas que ni bien se los intenta callar, estallan con patetismo, humor, crudeza y reciprocidad entre los dos personajes. Uno censura el “chingy” de la música “jornalera”, el otro extingue el palabrerío del patrón con el motor de la máquina. Con todos sus dobleces, la violencia discursiva se muestra y se diluye en el ambiente lúdico de un ping pong territorial, en una jornada de lluvia que confraterniza o en la fortuita semi-oscuridad que los obliga a relatarse sus historias, de industria, familia y religión, ahí, en el contrapunto exacto entre la rigidez de la aleación, y la intimidad confesa.