22/07/2023 21:58por K 9 Excelente obra que des-cubre y aprovecha un lenguaje poético que transgrede los géneros escénicos y se expresa mediante el circo, la canción y la materialización de sueños espectrales.
Tienen un pequeño mundo que, por fortuna, han decidido compartir, y que no es claro dónde, cuándo o cómo termina.
18/03/2023 23:28por Colo 9 Durante la función sentí de todo, menos dolor, miedo o enojo. Al final sentí dolor de que haya terminado, miedo de no volver a verla y enojo por no haberla descubierto antes. Cartón lleno. Gracias.
Como si hubiese algo de limbo en lo que pasaba, ni cielo ni infierno, ni nadie a quien salvar.
María Peligro se sintió como un estado que avanza, y que se quiere que avance, crezca. La obra -creo que- es de un contagioso horror alegre, refinado y sencillo.
21/11/2022 13:19por Colo 9 Gracias por ese realismo mágico marika que me deja adelantado y atrasado con cualquier sustantivo y corto con cualquier adjetivo. Gracias por tenerme dos horas inhalando lágrimas y moco para no deshidratarme de amor. Gracias por ese repaso brutal por paralelas de mi devenir sexoafectivo y por sus fugas hacia un futuro que solo ilusiona por el delirio al que habilita el azar. Gracias por ese despliegue de vitalidad tan necesaria como porque-sí, por no escaparse ni de significar ni de sentir ni dejar que se sienta nada condimentado con ínfulas o pretensiones. Gracias por esa intensidad que quema oxígeno, como el fuego. Por la lista larga y el sutil juego con los límites (del relato, del teatro, de la física, del tiempo). Gracias por dos horas sin toquetear mi celular. Gracias por las fantasías que me llevé, y por las que dejé ahí.
27/06/2022 17:48por Colo 9 La obra asume riesgos y se pone a su altura, no educa sino que brinda hermosas oportunidades de empatizar y aprender sobre intensos devenires propios del estar vivo. El realismo estilizado de su desarrollo favorece el estar siendo en su mundo, sostener preguntas que nos acompañan toda la existencia y observar cómo algunas paradojas nos permiten transitar por aquello que no tiene solución (la enfermedad como oportunidad para la sanación, el olvido como oportunidad para la memoria, la memoria como oportunidad para el olvido, el equívoco como oportunidad para el pensamiento, etc.). La obra es escenográficamente sencilla y emocionalmente compleja, sin que nada falte ni tenga rebusque. Armenia Martínez asume con eficacia y frescura un personaje muy desafiante y lo ejecuta magistralmente, sin dejar a la vista costuras.
14/06/2022 10:00por Colo 9 No hay ni cuarta, ni segunda pared, vive en escena un último salvaje del siglo veinte que nos hace destinatarios de su lúdica curiosidad. La potencia de su lírica vuelve representativa hasta la tinta de las caricaturas. Vindicación del papel, loa al punto de con-fusión de las artes escénicas. La obra tiene su física y su química, ofrece sus leyes dando cuenta de fenómenos universales. Durante y tras la obra el mundo sigue doliendo, lo mismo, ni un poquito menos, pero ya no importa tanto y el dolor es algo más bello. Gracias, muy muchas.
20/02/2022 13:11por Colo 9 Shakespeare es Shakespeare, Pompeyo es Pompeyo, y sin embargo, nada es igual, hay un tertium quid vivo, que trasciende el texto y su encarnadura. La alquimia funcionó, el drama se revela depurado, se siente teatro, teatro audaz volando en un monoplaza al ras del campo literario, en la frontera del pensamiento dramático. La obra y el intérprete son bien conocidos, y sin embargo, nada es igual, el drama asombra. La concentrada lucidez de Pompeyo provoca la revelación de personajes bien conocidos (las meta-actrices-brujas, Macbeth, Lady Macbeth, Banquo…), diálogos clásicos y nuevos discursos sin la máscara de cuerpos diferenciados o vestuarios pomposos. No falta nada, no sobra nada. Los errares son precisos. La música es poderosa, escenográfica, discreta, bella. Tan fina, tan delicada que cuesta atinarle con palabras. Los juegos de luces son sencillos y progresivos, como los que pueden verse en un cuarto de niñx durante el transcurso de una noche y su secreta coreografía es tan precisa que disimula su complejidad, se mantiene al servicio de las sombras que el actor invoca, y provoca. Pompeyo hace sonar cada arquetipo de la obra, y más de un par del drama general, con la juguetona solemnidad de un monje que golpea un gran disco de metal con hábil empuñadura. Se ve gente que no está ahí. Corrientes es una avenida excesiva para recibir al público de salida, aunque la potencia del efecto de la re-presentación contagia de teatro a más de una escena que se presenta en el camino al propio lugar. El gran ritual, otra vez.