28/08/2011 20:02por Natalia F 56 “(…) Del límite humano sólo me resta el instinto de coagularme en palabras, pero éstas no son ya nada y me debato como un árbol o una fiera antaño hombre y ahora incapaz de expresarse. Cedo, reacio porque sé que mi naturaleza es otra, y cada vez encuentro en el fondo de este ímpetu una vana saciedad (…) Es en suma, pecado, como el libertinaje, como el sadismo y la embriaguez. El límite humano-el mío-entraña esta norma: lo que se quiere y no se puede expresar es pecado. Peor: es futilidad. Se le consiente sólo este perdón: el recuerdo. A través del recuerdo, lo que era inhumano y bestial puede acaso rescatarse y emitir un sonido de clara razón (…) Dos naturalezas se han enfrentado: una tensa, espasmódica; otra, inexorable y bruta (…) En su brutalidad ese estado es un esfuerzo, aunque sea fútil, por endiosarse a través de la bestia. Como el beber o el matar.” Cesare Pavese
La belleza no tiene “una” estética. La antiestética supone otra de las tantas formas dentro del arte; ya para protestar, ya para contradecir los parámetros comunes, ya para alcanzarla (la belleza) recorriendo otro camino. Así aquí en Matar Cansa. El detalle del horror y la atrocidad; la descripción minuciosa de un acto perverso encarnado por un generoso actor poseído por una extraordinaria dramaturgia. La poesía de su lenguaje nos habilita el testimonio de lo repulsivo desde un registro melancólico que resulta en una batería de imágenes de inusitada potencia que comprometen, implacablemente, toda nuestra sensibilidad. Es ingrata la tarea de contar lo que no se quiere oír, como develar lo que no se debe saber; denunciar. Naturalizar la crueldad. El bien, el mal. Vigilar y castigar. Lo cultural, lo primitivo. Pero qué bien funciona cuando el arte asume este rol y es la ficción la que recorta un tramo oscuro de la realidad, de alguna realidad, y lo deifica. Esta pieza de teatro propone un exhaustivo recorrido por el gesto humano (en tanto inspiración, fenómeno y lenguaje). Un espacio casi vacío. El crujir de unas escaleras. El silencio que dice del temor. Admirar lo prohibido. Relatar-retratar también-al otro desde la contenida admiración: ¿Represión? Tensión; pensamientos desnudos. El pudor. Algo de la intimidad violada. Víctimas. El acto de profanar la identidad. Abusar de la libertad. Perderla. Despuntar con goce el método del profanador. Convertirse en su memoria. El deseo y el derrape. Callar los gritos. Ahogar el instinto. Ahogarse. Volver a incomodarse. Ignorar la piedad. Padecer también. Creer con efusiva pasión, adorar; vicios de un fanático. La lasitud y el hastío de un ser; su insoportable soledad. Lo efímero del éxtasis y la inutilidad de la calma. La insaciable insatisfacción humana. La pelea, cualquiera ésta sea, para no vivir “deshabitado”. Una sala de teatro; un actor muñido de un texto excelso; un trabajo de luces riguroso, dedicado y protagonista; la dirección precisa y delicada que exige ese texto. El talento repartido. Una tierna y descarnada propuesta. “(…) En cuanto hablar consiste en provocar la desaparición de lo que es en la palabra que lo nombra, el acto de dar nombre a la muerte no tiene otro significado ni otro efecto que el suprimirla (…)” . Este mismo autor (Eduardo del Estal) dice “se escribe para no morir”. En virtud de esta digna causa-digo yo-se hace este teatro. Que no cansa; más bien incita. Desafía también.
09/07/2011 23:00por Natalia F 56 'Algo te identifica con el que se aleja de ti, y es la facultad común de volver: de ahí tu más grande pesadumbre. Algo te separa del que se queda contigo, y es la esclavitud común de partir: de ahí tus más nimios regocijos. Me dirijo, en esta forma, a las individualidades colectivas, tanto como a las colectividades individuales y a los que, entre unas y otras, yacen marchando al son de las fronteras o, simplemente, marcan el paso inmóvil en el borde del mundo. Algo típicamente neutro, de inexorablemente neutro, interpónese entre el ladrón y su víctima. Esto, así mismo, puede discernirse tratándose del cirujano y del paciente. Horrible medialuna, convexa y solar, cobija a unos y otros. Porque el objeto hurtado tiene también su peso indiferente, y el órgano intervenido, también su grasa triste. ¿Qué hay de más desesperante en la tierra, que la imposibilidad en que se halla el hombre feliz de ser infortunado y el hombre bueno, de ser malvado? ¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir! Toda la mecánica social cabe en estas palabras. ' César Vallejo
Colchones de colores, tamaños, y texturas diferentes. Comparten la misma función; son lo mismo, sí, pero no son iguales. “Igual” también puede ser parecido o puede referirse a la pertenencia (a una clase, a una raza, a un suelo…). Metáfora e ingeniosa manera de nombrar las cosas ¿como son? Implacable es la pluralidad humana. Portan manchas que son marcas; las del tiempo, de un tiempo. Huellas, rastros de heredad. Una generación y la (de) generación de otras. Varias idiosincrasias y la que hacemos nuestra cada día, la misma que hace que cada uno seamos cada cual. ¿Somos lo que decimos o decimos lo que queremos ser? Que importa. Somos lo que amamos. Lo que insultamos. Lo que combatimos. Lo que perdemos. Lo que tememos. Los hijos, los padres y los nietos. Los políticos. Los artistas. Somos lo que podemos. Nos sobran nombres y discursos, nos faltan convicciones; muchas certezas, pocas verdades o a la inversa. Maldita materialidad del discurso. Las cosas por su nombre. Badiu denomina “justicia a aquello con lo cual una filosofía designa la verdad posible de una política”; yo digo entonces que esta obra de teatro es justa o hace justicia porque desde un lugar sumamente filosófico denuncia la verdad-una posible-de la política-de la nuestra-también. “Cada una de las cosas iguales” habla de la historia, de la política, de las personas y sus cosas, de la corrupción, de la vergüenza, de este país, y de otros, de lo que hace el tiempo con la ingenuidad de los jóvenes, de la perversión del poder o lo que sabemos de él, del lugar adónde van a parar los sueños, el entusiasmo, la utopía de la libertad y esos, pocos, lugares desde dónde todavía se puede pelear por ella; el teatro y el amor, ponele. La dramaturgia es auténtica por original y genuina. Muy personal. Osada. La pieza es provocadora, de reflexiones, de recuerdos, de risas, de sensaciones, de nostalgia y de reconocimiento; ya por empatía, ya por repulsión. Revulsiva; sí, en este tiempo y en ese espacio, revolucionaria. Una obra desobediente que revela las formas de este pueblo, dice sobre el caos que conforma nuestra identidad, la pesadilla de la patria y el sueño de una nación. Cuerpos heridos de nombres, omisiones, complicidades. La ceguera inmanente a las luces del poder y el saber. Máscaras. La identidad sublevada. Amos y esclavos, ladrones y victimas, iguales y diferentes. Con adusta capacidad repasa el sentimiento de pertenencia, lo burla y lo exalta; eso, lo pone en escena, lo propone, lo piensa. Un escenario repleto de signos, de perspicaces recursos teatrales, de aguda inteligencia. Un vestuario exquisito y acertado. Actores convencidos, generosos. Todo allí significa; esa es, para mí, una de las más seductoras pretensiones del teatro. Poder contar y contarse desde las voces, los gestos, las palabras, las ideas. “(…) los deberes que impone el amor (…)” también los impone la política, el compromiso con un arte, la construcción de una personalidad, individual y colectiva, la dirección del pensamiento que, borroso y atormentado, condiciona el camino, despeja obstáculos, impone ideas, celebra, sobre el siempre efímero escenario; el del teatro y el de la vida. ¿Y entonces qué? No sé chabón, cada cual a su colchón y cada cosa en su lugar que no somos lo mismo ni somos cosas, pero somos todos y uno, alguno y cada uno. Animales iguales. Hombre y mujer, teatro y política, ficción y verdad, Albania y Argentina. Tremenda obra.
“(…) Yo no soy la libertad pero sí el que la provoca (…)”.
13/06/2011 23:40por Natalia F 56 “(…) La tragedia dista tanto de ser una manifestación del pesimismo de los helenos en el sentido de Schopenhauer, que ha de ser considerada, más bien, como el rechazo y el argumento definitivo contra ese presunto pesimismo. Lo que yo llamé dionisíaco, intuyendo que era un puente que llevaba a la psicología del poeta trágico, es la afirmación de la vida incluso en sus aspectos más extraños y duros, alegrándose de su propia inagotabilidad al sacrificar a sus tipos más elevados. Y ello, no para liberarse del horror y de la compasión, ni para purificarse de una pasión peligrosa descargándola vehementemente, como lo entendió Aristóteles, sino para identificarse por encima del horror y de la compasión, con el goce eterno del devenir, goce que incluye también el placer de destruir...Y con esto vuelvo al mismo lugar del que partí: El origen de la tragedia fue mi primera inversión de todos los valores: de esta forma, yo, el último discípulo del filósofo Dionisio, yo, el maestro del eterno retorno, vuelvo a colocarme en el terreno del que brotó mi voluntad y mi poder...” Friedrich Nietzsche
Amar y ser amado. ¿Voluntad y poder? No hay mayor miedo, ni más atroz castigo que el de prescindir de estas duplas. Parafraseando una frase de Bentham en su Panóptico: “Cada camarada se convierte en un vigilante', en “El Castigo sin Venganza” cada amado será correspondido, luego traicionado y finalmente castigado. La venganza no será más que el ajuste a la magnitud del desorden de pasiones y pulsiones, voluntades y poderes, mezquindades como aristas de la ¿imposible? tarea de equilibrar el goce y el deber, la pasión y la razón, la tragedia y la comedia. “(…) si es amor no es traición (…)” ¿Pero quién se atreve a afirmar que con esto alcanza? Maquiavelo dirá que es “más seguro ser temido que amado” y que “el temor es miedo al castigo y no se lo pierde nunca” y también que “el fin justifica los medios”. Yo pienso; pobres los que no aman, y pobres los que aman con desenfreno. El prolífero y esplendoroso Siglo de Oro nos ha heredado- por suerte-grandilocuentes piezas como esta. Inagotables respecto de los valores y su tratamiento en un tiempo de la historia del mundo; elocuentemente enaltecidos-denunciados también-algunos se prueban intactos, inmunes, otros, alterados y adulterados durante el denominado progreso de la sociedad, pero todos ellos forman, inexorablemente, parte de nuestra (de) formación. No en vano esta obra es un clásico. Extraordinario, por cierto. Esta puesta, alejada por completo del realismo y respetando en su totalidad el verso-loable trabajo-logra un extrañamiento muy interesante; a pesar de contar con los recursos habituales de la representación, la identificación se produce a través de los significantes y significados linguísticos. El verso potencia ese “desacostumbramiento” a la vez que dota a la escena de una exquisita musicalidad poética. Este teatro, ese lugar para ver, nos ofrece además, mucho para oír. Todos y cada uno de ellos, los actores y actrices, recitan, desde el cuerpo y el corazón, con acabada comprensión y encuentran nuestra emoción y nuestra atención tan profundamente, que conmovidos, discurrimos con nuestra propia pasión y con las reglas del mundo de hoy, que en mucho, se parecen a las de la época que diera origen a este texto. Drama romántico, tragedia y comedia en una excelsa proporción, el amor a primera vista-de allí no se vuelve-, el deber, la moral-férrea enemiga de cualquier pasión-, la virtud, la nobleza, el honor, la honra y la honradez, el heroísmo, la valentía y la cobardía, los celos, y otra vez, la imposibilidad de conjugar este abanico de valores en el complejísimo entramado social y cultural que nos es impuesto. Estos universos, todos, atraviesa la pieza. De forma ambiciosa, tal como lo exige el deseo y la apetencia-sed de vida-de estos personajes. Para compensar tamaño protagonismo de la palabra y los cuerpos, la escenografía es acertadamente modesta, sobria, insinuadora de un modo de organización política y social; enorme y, paradójica, pero no casualmente, llena de grietas por dónde espiar; al ser humano y al teatro. O a éste desde aquél. La iluminación nos habilita lo íntimo y hace de cada rincón del escenario-hermoso-del Kafka, un mundo de secretos y confesiones, refugio oculto para la verdad ante tanta visible mentira. Habrá tensión, deseo, seducción, rebelión, desasosiego, juego, risa y desesperación. Frialdad, reflexión, actuación. Resignación. Moralejas que llegarán al espectador claras, fuertes y bellas. Emoción. Quien escribe se declara una exaltada de la palabra, fanática del teatro, asidua espectadora. Ay! de mí…seducida por las veleidades de esta eximia estructura literaria y admirada-admiradora-de la entrega de estos actores, celebro la osadía de animarse a este texto y aplaudo, convencida-agradecida también-la poesía revivida.
“(…) Pues, señora, yo he llegado
perdido a Dios el temor
y al duque, a tan triste estado,
que éste mi imposible amor
me tiene desesperado.
En fin, señora, me veo
sin mí, sin vos, y sin Dios.
Sin Dios, por lo que os deseo;
sin mí, porque estoy sin vos;
sin vos, porque no os poseo (…)”
05/06/2011 13:16por Natalia F 56 “Pureza. Horrible palabra. Puré, y después za. Date un poco cuenta. El jugo que le hubiera sacado Brisset. ¿Por qué estás llorando? ¿Quién llora, che? Entender el puré como una epifanía. Damn the language. Entender. No inteligir: entender. Una sospecha de paraíso recobrable: No puede ser que estemos aquí para no poder ser. ¿Brisset? El hombre desciende de las ranas... (...) (Problema: ¿Johnny Dodds o Albert Nicholas? Dodds, casi seguro. Nota: preguntarle a Ronald.) Un mal verso, aleteando desde la claraboya: 'Antes de caer en la nada con el último diástole...' Qué mamúa padre (...) Pero seamos serios (sí, era Johnny Dodds, uno llega a la comprobación por vía indirecta. El baterista no puede ser sino Zutty Singleton, ergo el clarinete es Johnny Dodds, jazzología, ciencia deductiva, facilísima después de las cuatro de la mañana. Desaconsejable para señores y clérigos). Seamos serios, Horacio (…) preguntémonos con el alma en la punta de la mano (¿la punta de la mano?) En la palma de la lengua, che, o algo así. Toponomía, anatología descriptológica, dos tomos i-lus-tra-dos),preguntémonos si la empresa hay que acometerla desde arriba o desde abajo (pero qué bien, estoy pensando clarito, el vodka las clava como mariposas en el cartón, A es A, a rose is a rose is a rose, April is the cruellest month, cada cosa en su lugar y un lugar para cada rosa es una rosa es una rosa...)” Julio Cortázar
El apogeo de una pasión o el esplendor de la vida y de cómo hacer de ese tiempo-de un tiempo-todo el tiempo, toda la vida. Una manera de entenderla desde el sofisticado e inagotable lenguaje de la música. Musa y Fantasía. “La Edad de Oro” es una historia de fanáticos y entusiastas, coleccionistas de sueños en forma de discos, románticos, rockeros, jóvenes, celosos guardianes de una edad, defensores de recuerdos, nostálgicos enamorados de un tiempo, fervientes seguidores de íconos, tiernos megalómanos. Revisionistas. Discurrir; esa gimnasia exquisita de desandar el mundo en discusiones, deducciones, conjeturas. Adorable jactancia. Retratados en un universo encantador, despuntan el vicio de la rivalidad impulsada por el afecto. Se nos presentan omnipotentes unos, y dóciles, inocentes, otros; un guiño sugestivo para señalar un puente generacional que a pesar del tiempo- siempre tirano-los encontrará, más tarde, juntos, dando pelea a los lugares comunes y compartiendo un imaginario legendario. La variable no dramática-disparador que propone el ciclo-es el manual de instrucciones de un mueble; una excusa, original y divertida, para reflexionar sobre la forma en que los tiempos y el pensamiento modernos subestiman la inteligencia. La generación de vacuas necesidades, falaces y fallidas fórmulas simplistas, agotadas versiones sobre la historia del mundo, la utilidad como valor y la simpleza que importa desapasionamiento y desinterés, como meta. El manual se presenta indispensable y se prueba inútil a la vez que posible; todo depende del deseo. Seguir las instrucciones. ¿Para qué? ¿Cuáles? La forma es todo. Los detalles también. Siempre. Resignificarlas en metáforas. El mueble es otra metáfora. Juegan. Presumen identidades, las reconstruyen juzgando elecciones. Dime qué escuchas y te diré quién eres. Un disco; una forma de seducir. Una colección; la bitácora de un amor. Armar un mueble; armar una historia. Desplegar sus partes, observar los tiempos del armado-y de los armadores-, reposar, repasar también, volver a pensarlas; después de todo, cada pieza tendrá su lugar. Un lugar, alguno. Cada hombre tendrá su felicidad. Una, alguna. En esta obra, Dios existe. Verán. Creer o reventar. Una genialidad más. La dupla de dramaturgos y directores se luce en esta pieza que los delata preciosistas. De un humor inteligente y de culto, “La Edad de Oro” sumerge al espectador en un devaneo irresistible, contagioso. Precio y valor; ellos le imprimen emoción a esta ecuación y la saldan holgadamente a su favor. Les debemos. Los personajes son filantrópicos, tiernos, frescos; compuestos con la pasión que necesita el mundo que cuentan; la misma que alguna vez los puso-a estos actores-a actuar. Espléndidos, de verdad. Quiero comprarme un mueble, vivir en Mar del Plata, coleccionar discos de rock, enamorarme, ser joven, preservar mi generación, mis gestos, mi autenticidad. También quiero un manual, uno mío, o el de ellos. “Tengo tiempo para saber si lo que sueño concluye en algo. No te apures ya mas, loco, porque es entonces cuando las horas bajan (…) Nena, que bien te ves cuando en tus ojos no importa si las horas bajan (…) Y, además, vos sos el sol, despacio, también, podes ser la luna...”
Calderón
30/05/2011 23:23por Natalia F 56 '(…) Nacemos a la historia. Después, lentamente, descubrimos la naturaleza. En la infancia nos consideramos inmortales porque se nos ha inculcado una historicidad primitiva, salvaje; una historicidad que lo inunda todo, sin fisuras, sin grietas, nos veda la perspectiva imaginaria de la muerte. La naturaleza es nuestra primera prohibición y son necesarios el aprendizaje y la experiencia para descubrir que había permanecido siempre ahí, que coexistía con la falsa historicidad. La poesía es naturaleza, no lenguaje. El lenguaje es su opresión (…) A su vez, el lenguaje nace en el interior de la historia, constreñido por ella. (…) La gran poesía es el resultado de una elección del dolor, una búsqueda, una disciplina de la extrañeza que lo borra todo, que consume el mundo, lo sumerge en la oscuridad y lo rescata lavado y nítido para una historicidad más alta, menos primitiva (…) En rigor de verdad, la poesía es “hecha por todos” porque la poesía está en todos.” Juan José Saer
“Calderón” recorre-historiza-con suma originalidad en esta versión, un universo de imponderable tamaño. Una lectura del mundo y de quienes lo habitamos; un recorrido que se detiene y señala, todo el tiempo, nuestra contradictoria e inexplicable existencia. Del verso de Calderón a la poesía-mirada intelectual-de Pasolini, la lectura-poética-de su Directora y el cuerpo-carne y máscara-de los intérpretes; los sueños y la vida; el teatro para delatarlos-sublimarlos también-Dios, el Rey, el Socialismo, el Comunismo, el Fascismo, la Sociedad, la Familia. Ricos, pobres, locos, enfermos, marginales, refugiados, prostitutas, proletarios; la cárcel, la conciencia, la raza. El padre. La culpa. Ser hijo. Ser mujer. Ser, desesperadamente, humanos. El teatro como un lugar para pensar la vida, pelearse con ella y volver a amarla. Esta pieza se inscribe en una estética bellísima, barroca, tal vez ahí radique el germen de su belleza y la presencia en la puesta de la pintura de Velásquez, entre otros signos de ese movimiento. Un lienzo, la metáfora, el dolor contado desde el arte, la complejidad desafiante del texto y un extraordinario trabajo del Grupo de Titiriteros. La escenografía es elegante y atractiva; aunque cierto es que la instalación alcanza su sofisticación máxima con los títeres que componen, en ocasiones, extravagantes imágenes, pictóricas, alusivas. En el orden de la dialéctica Hegeliana, hay algo de la negación que produce desgarro y alienación para dar lugar a la reconciliación y superación. La lucha de la autoconciencia en la desenfadada pugna por construir una ideología. Pasolini; su paradojal origen y destino. Un planteo artístico muy interesante respecto de la díada derecha e izquierda. Un ofrecimiento para reflexionar sobre nuestra docilidad, sumisión y, siempre temida, rebeldía. Adoptar una actitud ante la historia. No se trata de una estetizacion de la política ni de una politización del arte-en palabras de Michel Onfray-sino, quizá, del lugar inasequible de la libertad y su aparente salvaguarda en el arte y, a veces, sólo a veces, en el amor. Ella, la protagonista, esta condenada, como otrora el Segismundo del Siglo de Oro, al solipsismo, cuya materialización se subraya con la presencia de los títeres que emulan su mente, sus miedos, sus deseos y sus frustraciones en un trabajo generoso e inteligente; desdoblados, duplicados, son responsables de parlamentos intensos que el texto pide, así como de emociones y reacciones de Rosaura, quién vehiculiza, sin duda alguna, la voz del mismísimo Pasolini. El amor también lo encarna un cuerpo que representa-con lograda inocencia-todo lo atroz y prohibido y, a la vez, el más virtuoso y valiente de los discursos. Hermoso es el trabajo de todos los actores, los con cuerpo y los sin cuerpo; entregados a la dificultad de contarse y contarnos, lo hacen con toda la pasión que este oficio demanda. Obreros del arte. Reparan con la poesía-encanto, lirismo, gracia, creación-que es amor, a cuya inconstancia el teatro dota de lenguaje; ya no para oprimirla, sino más bien, para liberarla y compartirla.
16/05/2011 11:31por Natalia F 56 '(…) Todo muro es una puerta, dijo con razón Emerson. No busquemos la puerta y la salida sino en el muro contra el cual vivimos. Busquemos el paso donde éste se encuentra, quiero decir, en el centro mismo de la batalla… Se ha dicho que las grandes ideas vienen al mundo en patas de paloma. Si aguzamos el oído, acaso oigamos entonces, en medio del estrépito de los imperios y de las naciones, como un débil aleteo, el suave bullicio de la vida y de la esperanza. Unos dirán que esta esperanza está alimentada por un pueblo; otros, por un hombre. Yo creo, en cambio, que está suscitada, reanimada y alimentada por millones de solitarios, cuyas acciones y obras niegan cada día las fronteras y las más groseras apariencias de la historia para hacer resplandecer fugazmente la verdad, siempre amenazada, que cada cual, con sus sufrimientos y sus goces, eleva para todos (…).” Albert Camus
Convergen en esta pieza varias aristas que la ubican en un lugar de privilegio. Elenco de lujo que la interpreta con desmedida pasión; y aquí incluyo al camarógrafo en escena y a la música en vivo, sin cuya presencia algo de este material no se habría contado. La decisión de sumar el lenguaje cinematográfico y musical redoblan la intensidad de la puesta teatral e intensifican, hasta el detalle, todo lo que esta obra pone en juego. La escena resulta en una fusión-exquisita-de lenguajes que dan cuenta de un trabajo, estética y discursivamente, impecable. Un hombre neurótico y obsesivo; el deber, la pulcritud, la rutina exacerbada, el orden, la quietud, la subordinación, la repetición, el silencio. El pánico. El autocastigo. El rasgo duro de la tristeza y la soledad. La rigidez. Lo inútil del tiempo en una vida sin motivos. La complejidad de lo simple. El sexo sin amor. La angustia de la falta. ¿La culpa? Frente y perfil. Dos caras, dos miradas y una inmensidad de matices. Así inaugura la obra el protagonista-extraordinario y comprometido trabajo de Luciano Suardi-y desde entonces todo empieza a desmoronarse (bella palabra que elige el autor). Las cosas, las personas, las ideas, la vida. El cuarteto de cuerdas que anticipó el inicio de la historia acompaña todo el tiempo con una potencia y elegancia indescriptibles. Deleitados en esa tensión espiamos la incomodidad y lo insoportable de la vida ajena. La verborragia como recurso para retratar otra desesperada forma de renegar de la soledad. La necesidad-que todos padecemos-de creer en algo. Dios, la astrología, señales, símbolos, la familia, el trabajo, la bendita/maldita seguridad; todos elementos de control social entre los que nos debatimos y a los que, algunos, nos resistimos y cuestionamos cada día. No hay nada ahí. El “cauce del río” es siempre incierto y se devela en algún inesperado momento cuyo tiempo es, humana y divinamente, impredecible. Sucede. Intempestivo y abrupto, muy lejos de la razón y en las orillas, siempre desconocidas, de la locura. El delito también tiene dos caras. Aquí se ven, clara y borrosamente. Desnudan el prejuicio y los erróneos estereotipos sociales con los que convivimos. La pobreza de los seres vacuos es tanto peor que la pobreza de clase, porque lo es de virtud. Desatado el desorden, nada volverá a ser igual, muy a pesar-o para suerte-del protagonista. Lo roto prescindirá de la palabra y hablará con el cuerpo, con los cuerpos y desde los gestos, que en esta obra son indispensables. Torcido el rumbo (de todo), aparecerán valores y reflexiones, opiniones también, que esta dramaturgia propone con valentía. La exaltación del lado subjetivo de las cosas, así como en el expresionismo, encontrará en el sueño-ahí, vivo-una forma original y divertida de acrecentar la aptitud artística de esta pieza. Un festín de producciones imaginarias. La culpa, pienso, opera de manera ridícula y hasta obscena, pero a pesar de ello, acarrea para el protagonista de esta obra una rebelión en su moral, insinuando un motivo, esa ilusoria posibilidad de creer en algo. ¿Será que es necesario transitar el mal para conocer el bien? ¿Quién dota de contenido a estas categorías? Quizá sólo pueda modificarse aquello que se conoce y siendo las formas del entendimiento tantas como seres somos, la formula deviene infinita e irresoluble. El costo de esa comprensión subyace en el binomio locura-paroxismo de la razón. Otra contradicción fundamental de la existencia, trágica y poéticamente, contada en esta puesta. La paradoja más atractiva que “Hacia donde caen las cosas” plantea es, para mí, que finalmente, como en la vida, los castigados vuelven a ser objeto de castigo; unos, testigos de la miseria de otro; otros, expiando con la muerte el recreo de la vida. Algo de “Los infortunios de la virtud”. Ellos, los actores, ponen el cuerpo y su probada experiencia en sus interpretaciones, se juegan. Mucho. El joven director, también autor, es, tal vez a su pesar, muy político; asume y honra, todas y cada una de las decisiones que concluyen en esta acabada pieza teatral. Lo hace, claro, con la sensibilidad e inteligencia del artista que es. Uno grande.
13/05/2011 10:26por Natalia F 56 'En la rima y el ritmo hay un poder mágico: el mundo informe al ser apresado en un poema que responde a reglas fijas se vuelve repentinamente diáfano, regular, claro y bello. Si la muerte sobreviene precisamente cuando al final del verso anterior le ha tocado en suerte, hasta ella misma se convierte en parte armónica del orden establecido. Aunque el poema protestara contra la muerte, la muerte quedaría justificada, al menos como motivo de una bella protesta. Los huesos, las rosas, los féretros, las heridas, todo se convierte en el poema en un ballet y el poeta y su lector son los bailarines de ese ballet. Claro que los que bailan tienen que estar de acuerdo con el baile. A través del poema, realiza el hombre su concordancia con el ser, y la rima y el ritmo son los medios más drásticos de obtener esa concordancia. Y, ¿no necesita la revolución triunfante la certificación brutal del nuevo orden y, por lo tanto, una lírica llena de rimas? ' Milan Kundera
La Sala TACEC, un galpón, ese espacio. Vacío. Estalla. De gente. De silencio. De tensiones. De expectativas. Un torso desnudo. Algo cruje; señal de que hará ruido. Se suman más cuerpos, más hombres, más bailarines. Buscan sostén; en ellos, en el otro, contra un muro, en un rincón, al borde. Ahí, en los límites. Empujan. Dan pelea. El cuerpo los sostiene. Nos sostiene. Buscan un lugar (todos lo hacemos). Miran, nos miran y nosotros a ellos; fascinados, comprometidos con su audacia y su coraje. Tienen fuerza, belleza, personalidad, estilo, un motivo. Bailan, nos enseñan. Se animan. Corren, se escapan, cuentan con el cuerpo. Cuentan mucho. Son privilegiados, ahí, brillando, cuando paradójicamente no sea así cada día de su vida. Viva y estrepitosa-real-está la posibilidad de que un cuerpo se transforme con su lenguaje. Así, en movimiento. Tal vez con la danza todo pueda transformarse. Encontrarse con el otro también es posible; dos cuerpos iguales. Todos los cuerpos iguales. Una coreografía de lo humano. Resistirse y recibirse. Ser libre. Hermosamente libres. Buscan, no se detienen. Encuentran. Su voz. Su ritmo. Su paso. Su historia. La comparten. Con ella nos alcanzan y nos sorprenden; torpes, conmovidos, admirados. Un cross a la derecha. Infalible. Un ejemplo. El más noble y generoso. Sí, es posible encontrarse ahí donde cabemos. El teatro explota de aplausos, se cae, justo dónde se levanta la posibilidad. Y vuelve a estallar todo; esta vez, con ellos ahí. Felices, enormes. Música y luces también son protagonistas; majestuosa y sensibles. Dicen de un equipo; honran lo colectivo. Este trabajo es un poema revolucionario, así lo llamo, así lo siento. Pensado con grandeza y construido con estoicismo. Nada tiene para mí de inacabado, más bien se me impone perfecto. No me sale agradecer porque ninguna palabra me alcanzaría para hacerlo.