23/11/2008 02:45por Horacio 271 Como corolario de una situación demasiado amarga que vive una familia tipo clasemediera de vacaciones en Miami, el padre -impecablemente compuesto por Luis Ziembrowski- le pide a su hija adolescente, a quien a lo alrgo de toda la pieza llamará con tono, entre afectuoso y libidinoso "papito" -papel, asimismo, impecablemente jugado por Violeta Urtizberea- que eche un manto de piedad a una situación incómoda para todos, cantándole: "esa canción de Paralamas que me gusta tanto".
La nena ("papito") obedece y sin gracia, presta a enfrentar una situación difícil que se vendrña, desentona: "entré como un tonto en un navío, entré, entré, entré por engaño". El padre comenta que siempre había pensado que la letra, en lugar de "engaño", decía "caño". Se apagan las luces y termina la obra.
Ese final, hace honor a una obra demasiado inquietante e inquisitiva hacia quiénes somos y en quiénes nos hemos convertido de un tiempo a esta parte.
Lejos de las críticas que se deslizan -y bastante de acuerdo con Picasso-, el texto y la puesta a mi juicio son de una excelencia demoledora y si no se sugiere ni se da cuenta explícitamente de las miserias de personajes demasiado miserables se apela a sobreentendidos demasiado crueles como categóricos.
Digo: "Maimi" da cuenta de mucho más que la pulsión clasemediera por la inolvidable Meca de los '90, grafica con crueldad una realidad de desentendimiento y desatención hacia el otro y sus problemas reales, aún cuando ese otro sea su propia hija.
Parejísimo y sólido elenco, en el que se destacan asimismo, los otros dos integrantes de esa familia tan (pero tan) reconocible en estos días.
No sé cómo y por qué se la asoció con "Made in Lanús".
12/11/2008 15:04por Horacio 271 Mediante un discurso bien accesible para quienes transitan sus primeras experiencias teatrales, la obra trata acerca de la discriminación con eficacia y mucha ternura.
Más que recomendable, una vez más, con el asentimiento de la Pocha, mi sobrina de 3 años.
03/11/2008 01:13por Horacio 271 Con un argumento inocente -las ansias de una adolescente de triunfar en la TV-, Haispray toca una temática demasiado actual en los dìas que corren en EEUU: la discriminación racial o mejor dicho el absurdo de esa discriminación en los años '60, puesta de relieve por la mirada ingenua de la protagonista, cuando todo era posible.
Musical sobresaliente, desde donde se lo mire. Vale la pena tan sólo para ver la entrega en la perfomance de Pinti, en su rol de matrona excedida de peso.
Además son muchos los valores militan en la necesidad de deleitarse, desde la coreografía, lo llevadero de la historia, la banda musical en vivo y las actuaciones afiladísimas de un reparto parejo desde la solidez y la química que respira entre los actores, en el que se destacan Laura Oliva y muy especialmente Pata Echegoyen, insuperable mala-malísima de esta brillante comedia musical.
28/10/2008 16:13por Horacio 271 Hace dos años, cuando estuvo en cartel en el Regio, fui tres veces a ver "Lisandro", obra cuyo texto ya había leído. Me interesaba el fresco que propone Viñas de una figura tan contradictoria como atormentada de De la Torre, un hombre público que se tomó demasiado en serio lo suyo y en eso le fue la vida. Algo que me impactó de esa pieza fue el cierre: la carta de despedida de Lisandro, en especial la precisa dedicatoria a unos treinta nombres con los que encabeza su misiva final. No se olvidaba de nada ni de nadie, antes de tomar su última decisión.
La obra fue excelente, desde la puesta, el aprovechamiento escénico de Cosse y las actuaciones de un elenco parejo, sólido y eficaz
Pretendo, con esta opinión a destiempo, hacer justicia con la omisión que de ella se hiciera en un documental recientemente estrenado sobre el autor: "David Viñas, un intelectual irreverente". En la larga charla filmada se hace referencia a la obra, aunque se alude sólo a la versión de 1972, con Pepe Soriano en el papel principal.
Debe haber tenido miga aquélla, aunque el silencio acerca de la que comento, me pareció injusto de allí el extemporáneo comentario, siempre abusando de la generosidad de los amigos del espacio.
26/10/2008 01:50por Horacio 271 Puesta excelente, propia de lo que viene ofreciendo desde siempre Hugo Midón.
El respeto con el que se dirige a su público, basado en un lenguaje directo, sin mohínes ni amaneramientos y el rescate que propone de personajes de la ficción y de artistas entrañables como Laurel & Oliver y Charles Chaplin, merecen ser destacados.
Parejo desempeño de un elenco sin fisuras, aunque lo de Calicchio y Reinhold fue insuperable.
No quiero dejar de asentar mi gratificación por haber vuelto al Cervantes y ponderar el criterio de las autoridades que auspiciaron una obra de la calidad de "La troupe sin fin".
Lo más importante: a mi sobrina Pocha de 3 años le encantó.
18/10/2008 11:24por Horacio 271 El comentario de Ricardo, consignado en este espacio me incita a escribir sobre otra obra que mucho me ha impresionado y que como Ricardo, deseo volver a ver.
Poco me queda por agregar a la opinión aludida con la que coincido plenamente, sólo quiero dar cuenta de lo que más me impresionó de la puesta y el texto con los cuales Ricardo traza un obstinado -y agudo- paralelo con días pasados y por venir.
Aludo al final de la obra, que no exagero, lo recuerdo y me causa repeluz. Cuando el "Niño" muere y el peón decide ocupar su lugar saliendo triunfalmente de la hedionda bodega del barco donde operó una simbiosis abyecta: los dos tomaron de ambos lo peor, sólo que al pretenso "piola" ese intercambio lo supera, al punto tal que le va la vida en ello, mientras que al "ingenuo" peoncito le sirve para trepar (literalmente) sobre su cadáver y ascender socialmente.
La metáfora sobre lo que la oligarquía local pretendió y pretende de "los pobres" y su rol es tan obvia como sutil y categórica.
Una obra que al igual que Ricardo, y como dije, también extraño.
18/10/2008 10:58por Horacio 271 No me gustó esta nueva propuesta del teatro oficial porteño sobre un tema tan trillado y tan poco originalmente expuesto desde la obra y el texto.
Plena de obviedades y con poca sutileza, traza paralelos con nuestro "nazismo" desde una sociedad que se considera no tan distinta a la nuestra.
Conciente tal vez, de la pesadez del texto y de la temática tan poco atractiva al público no especializado en la vida (o la muerte, en verdad) de un autor judío que rechazó la ocupación nazi en Austria y al pueblo que apoyó ese régimen y que para entonces (fines de los '80 seguía en lo mismo), el director expone en demasía a Audivert que hace lo que puede y a Cortese que pronuncia un poco logrado -a mi juicio- monólogo inicial.