Mateo

"Mateo" es, a mi juicio, la obra maestra del Grotesco discepoliano. Se ubica en el exacto punto en el que la carcajada se transforma en sollozo. Avanza en profundidad desde el sainete cómico, pero no se hunde en los abismos de la "tragedia porteña" de Stéfano. Todavía sonríe, todavía cree en la risa como escape cotidiano. "Miquele" enfrenta a su destino de instrumento obsoleto tirado a un costado del camino, con la hidalguía, inteligencia e ironía del cómico, del payaso que, aunque no pude evitar su patetismo, ensaya una última rutina, un últmo chiste, como noble despedida antes del telón final.

Luis Rivera López

Agradecimento especial: Anabella Valencia

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