Bajo la dirección de Héctor Díaz, se estrenó en El Callejón de los Deseos Neblina del Grupo Piel de Lava ( Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa, Laura Paredes) a quienes ya conocimos en su primer espectáculo Colores Verdaderos. En esta charla con el director y Pilar Gamboa -no se la pierdan en Remitente Lorena actualmente en Elkafka- nos metemos en el proceso de gestación de Neblina que se fué depurando a lo largo de dos años de probar, escribir, actuar, cortar y pegar.
Comenzaron a trabajar a partir del Premio “S”. ¿Qué significó esto para ustedes?
Pilar Gamboa: El Premio “S” lo ganó una de nuestras compañeras, Laura Paredes, esto significó que teníamos una base económica para probar cosas.
¿Qué es el Premio “S”?
Héctor Díaz: Es el premio o subsidio que da Sebastián Soler, abogado, amante del teatro; premia gente que recién está empezando.
P.G.: El vió Bizarra y le encantó la actuación de Laura Paredes, se le acercó y le dijo que la quería premiar para que ella siguiera probando y creciendo como actriz. Ese mismo año se lo dió también a Mariana Chaud –actriz y directora-.
H.D.: Elige gente muy joven y que necesita ese estímulo. El tipo tiene un ojo! Ha elegido hasta ahora gente talentosísima y además se pone muy a la par del proyecto más allá del premio. Nos prestó hasta la casa para ensayar. Se brinda mucho y es una persona entrañable realmente.
¿Cuál es la propuesta de Neblina?
P.G.: La obra originalmente se llamaba Bolchepop y tenía como idea juntar dos mundos antagónicos: El mundo del pop y el mundo de una Organización. Pero no queríamos que fuera Los ángeles de Charlie sino buscarle la vuelta para que esos mundos se cruzaran. Comenzamos a probar y a hablar de temas político–ideológicos y experimentando con eso, como por ejemplo ver el tema de los ideales pero disfrazados y cruzados con lo de chicas pop. Leímos un montón de libros de los 70’ para ver como eran las organizaciones, las estructuras, aunque ahora todo eso casi no lo ves en la puesta, quedó muy poco de ese material. En diciembre del 2004 hicimos una especie de work in progress en la sala Elkafka que duraba como dos horas cuarenta minutos con escenas enteras que no relataban nada.
H.D.: Todas las escenas que ellas tenían estaban en la dirección adecuada pero el conjunto daba una especie de anarquía mal concebida porque lo que empezaba siendo interesante terminaba agotándose y agotando al espectador. El que estaba afuera no lo podía soportar!!! (risas). Sin embargo, ellas siempre se lucían porque las cuatro tienen su luz propia y su gracia. Mi presencia como director fue más casual que una invitación formal.
¿Qué decidieron dejar y porqué?
H.D.: Hubo dos trabajos: uno quitar y otro armar el edificio para que se nos organice un posible relato, que estemos contando algo que no sea un fragmento y que sean situaciones que evolucionan. Trabajamos con esos mundos antagónicos para que se empiecen a fundir y a interferir unos con otros. Que no queden en estado puro sino contaminados entre sí.
La idea del espectáculo tiene que ver con hasta dónde se puede mentir, cuanto tiempo se puede estar mintiendo.
P.G.: En este espectáculo, es importante como la vida de tres chicas aparenta ser manipulada por una psicótica y también el tema de un grupo de gente que es capaz de dar la vida por una causa o por algo y que en algún momento, esto se les vuelve tan difuso, que ya no saben qué es y para qué están allí.
H.D.: Y como dejó marca esa experiencia vivída a lo largo de esos dos meses en una casa.
P.G.: Por otro lado, queríamos probar algo más de estados, sensaciones de lo que te provoca estar en un lugar mucho tiempo.
H.D.: Cada mundo se vuelve a independizar después con el lastre de haberse chocado. En la canción final de Valentina (Pilar Gamboa) hay mucha referencia a todo el espectáculo. Parece que le pasó de todo y que es muy negadora pero en realidad aprendió. Resignifica todo el espectaculo.
P.G.: Claro, porque el motor del trabajo era la búsqueda de algo banal pero que al mismo tiempo te atraviese, te destruya. Esta misma era un poco la búsqueda que veníamos haciendo con nuestra obra anterior Colores verdaderos. Uno puede quedar desmantelado, pero no sólo por cosas graves en la vida, sino que a veces por pavadas uno también puede quedar mal. Si ves a Valentina en el final, decís: no fue para tanto, che!
H.D.: Pero bueno, el artista sufre con tan poco… (risas)
¿El grupo se siente motivado por la dramaturgia?
P.G.: A todas nos interesa la dramaturgia pero en lo personal no me vuelve loca. Hay una forma de laburo que me interesa que es -así como trabaja Alejandro Catalán (director y actor)- investigando. Y en eso se actúa, se escribe y demás cosas.
Héctor, ¿Vas a seguir dirigiendo?
Principalmente soy actor, ahora la pasé bárbaro y me generó confianza pero no estoy pensando en algo para dirigir. Tal vez ocurra… pero no me lo propongo como carrera. Por ahora sigo actuando en Estás ahí? y en La Estupidez y comenzando a ensayar La Paranoia de Rafael Spregelburd, se va a estrenar en el Cervantes el año que viene.
Comenzaron a trabajar a partir del Premio “S”. ¿Qué significó esto para ustedes?
Pilar Gamboa: El Premio “S” lo ganó una de nuestras compañeras, Laura Paredes, esto significó que teníamos una base económica para probar cosas.
¿Qué es el Premio “S”?
Héctor Díaz: Es el premio o subsidio que da Sebastián Soler, abogado, amante del teatro; premia gente que recién está empezando.
P.G.: El vió Bizarra y le encantó la actuación de Laura Paredes, se le acercó y le dijo que la quería premiar para que ella siguiera probando y creciendo como actriz. Ese mismo año se lo dió también a Mariana Chaud –actriz y directora-.
H.D.: Elige gente muy joven y que necesita ese estímulo. El tipo tiene un ojo! Ha elegido hasta ahora gente talentosísima y además se pone muy a la par del proyecto más allá del premio. Nos prestó hasta la casa para ensayar. Se brinda mucho y es una persona entrañable realmente.
¿Cuál es la propuesta de Neblina?
P.G.: La obra originalmente se llamaba Bolchepop y tenía como idea juntar dos mundos antagónicos: El mundo del pop y el mundo de una Organización. Pero no queríamos que fuera Los ángeles de Charlie sino buscarle la vuelta para que esos mundos se cruzaran. Comenzamos a probar y a hablar de temas político–ideológicos y experimentando con eso, como por ejemplo ver el tema de los ideales pero disfrazados y cruzados con lo de chicas pop. Leímos un montón de libros de los 70’ para ver como eran las organizaciones, las estructuras, aunque ahora todo eso casi no lo ves en la puesta, quedó muy poco de ese material. En diciembre del 2004 hicimos una especie de work in progress en la sala Elkafka que duraba como dos horas cuarenta minutos con escenas enteras que no relataban nada.
H.D.: Todas las escenas que ellas tenían estaban en la dirección adecuada pero el conjunto daba una especie de anarquía mal concebida porque lo que empezaba siendo interesante terminaba agotándose y agotando al espectador. El que estaba afuera no lo podía soportar!!! (risas). Sin embargo, ellas siempre se lucían porque las cuatro tienen su luz propia y su gracia. Mi presencia como director fue más casual que una invitación formal.
¿Qué decidieron dejar y porqué?
H.D.: Hubo dos trabajos: uno quitar y otro armar el edificio para que se nos organice un posible relato, que estemos contando algo que no sea un fragmento y que sean situaciones que evolucionan. Trabajamos con esos mundos antagónicos para que se empiecen a fundir y a interferir unos con otros. Que no queden en estado puro sino contaminados entre sí.
La idea del espectáculo tiene que ver con hasta dónde se puede mentir, cuanto tiempo se puede estar mintiendo.
P.G.: En este espectáculo, es importante como la vida de tres chicas aparenta ser manipulada por una psicótica y también el tema de un grupo de gente que es capaz de dar la vida por una causa o por algo y que en algún momento, esto se les vuelve tan difuso, que ya no saben qué es y para qué están allí.
H.D.: Y como dejó marca esa experiencia vivída a lo largo de esos dos meses en una casa.
P.G.: Por otro lado, queríamos probar algo más de estados, sensaciones de lo que te provoca estar en un lugar mucho tiempo.
H.D.: Cada mundo se vuelve a independizar después con el lastre de haberse chocado. En la canción final de Valentina (Pilar Gamboa) hay mucha referencia a todo el espectáculo. Parece que le pasó de todo y que es muy negadora pero en realidad aprendió. Resignifica todo el espectaculo.
P.G.: Claro, porque el motor del trabajo era la búsqueda de algo banal pero que al mismo tiempo te atraviese, te destruya. Esta misma era un poco la búsqueda que veníamos haciendo con nuestra obra anterior Colores verdaderos. Uno puede quedar desmantelado, pero no sólo por cosas graves en la vida, sino que a veces por pavadas uno también puede quedar mal. Si ves a Valentina en el final, decís: no fue para tanto, che!
H.D.: Pero bueno, el artista sufre con tan poco… (risas)
¿El grupo se siente motivado por la dramaturgia?
P.G.: A todas nos interesa la dramaturgia pero en lo personal no me vuelve loca. Hay una forma de laburo que me interesa que es -así como trabaja Alejandro Catalán (director y actor)- investigando. Y en eso se actúa, se escribe y demás cosas.
Héctor, ¿Vas a seguir dirigiendo?
Principalmente soy actor, ahora la pasé bárbaro y me generó confianza pero no estoy pensando en algo para dirigir. Tal vez ocurra… pero no me lo propongo como carrera. Por ahora sigo actuando en Estás ahí? y en La Estupidez y comenzando a ensayar La Paranoia de Rafael Spregelburd, se va a estrenar en el Cervantes el año que viene.
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