Sebastián López, 29 de setiembre de 1977, San Salvador de Jujuy.
“No te rías del colla”, hace un humilde el jujeño, fresco como la albahaca de su adorado carnaval.Sabio viejo –la edad matusalénica le alumbra el abismo de la mirada-, reconoce el amor ancestral y no le esquiva el cuerpo a ninguna de las ocasiones terrenales que lo ilusionan de cerca con la felicidad. Cantar la primera a la par de tocar el charango, dos que se le dan tanto de bien como en el romance.
Que otro camino iba a haber para Seba que brindarse a la música desde el jardín de infantes, hijo de papá maimareño dueño de una vinería e intimo de poetas y guitarreros: “El era amigo de los Chañi y me llevaba a la peluquería. Empecé a ir todas las tardes, hasta la noche. Los chicos barríamos el piso, atendíamos el kiosco, llenábamos el prode.
Fue como criarse en la calle pero con educación; si llegabas y había doce personas, tenias que saludar a las doce. Los mas orejeros, Pipo, Mauro y yo, nos fuimos juntando. Nos llevaban a los velorios para despedir al muerto tocando, pero éramos muy changuitos y nos parábamos como a cinco metros del cajón”.
Aún cultiva temores mágicos y la luna llena le hace contar historias de ángeles y de jinetes sin cabeza, ningún miedo tan grande que no se aplaque con un par o tres cervezas y la protección amorosa de la Pachamama.A los quince compuso una zamba para su escuela que le valió lagrimas emocionadas de las maestras además de un diez en el boletín y, aunque no se enorgullece de la acción ni de la zamba, consigna en el haber varias canciones que le dan revancha.
Él le adjudica causas aleatorias al hecho de ser la voz cantante de los Tekis: “la famosa ‘no había opción’, si nuestro primer disco es todo instrumental. Nos aceptaron un demo con dos temas cantados y no me quedó otra que empezar con fonoaudiólogo y profesor. Me fuí animando, pero debutar cantando en un disco es horrible”.Es tan pícaro como el picante vital en las alturas de la Puna. Y si le pone ganas le brota gracia: “El triángulo de las Bermudas" le decían a la casa que alquilábamos los primeros tiempos en Córdoba; los changos llegaban ahí y se perdían por un par de semanas”.
Músico muy músico, perceptivo de registro atento, nada se le escapa y hasta un partido de pool le cabe menos que quedarse panza arriba mascando coca “a lo rico”, descartando la mitad de cada hoja. Sin embargo, se tensa y entra en acción ante cada cuerda dispuesta a ser templada que se le ponga a tiro.
Habla para adentro al final de algunas frases, en especial si lo que suelta es un doble sentido. Pero cantar siempre canta hacia fuera y muy arriba, generoso instrumento sonriente que convida a elevarse con él para sobrevolar la fiesta de la vida que se han montado Los Tekis.
- Odio a mi familia (Músico)
- Carnaval, Pasión del Norte (Músico)