07/05/2018 21:12 Lilian K 44 “Yo Ramón”
Hoy mi reseña será diferente. Cuando uno ha sido padre y madre hemos vivido estas circunstancias.
Y como no?: estuvimos presentes, en cada acto de la escuela. En cada reunión de padres, propusimos obras de teatro en las que participamos. Hicimos el ridículo, con orgullo porque siempre estuvimos ahí.
Quien no vea “Yo Ramón”, tenga hijos o no, jamás entenderá que la Educación pública es la mejor. Algo que se remarca en el final de la obra.
Por qué: porque nuestros hijos se relacionan con todos y eso no es poco
Yo conocí a un Ramón (nombre ficticio), que se escapaba, que desaparecía, y fue elegido, por sus amigos, como mejor compañero, ante la indignidad de los padres. Porque “Ramón”, siempre estaba cuando los compañeros lo necesitaban.
Debo felicitar a cada uno de los integrantes del elenco, Impecables actuaciones. Y no olvidemos la canción que nos despertó lágrimas y risas.
Una obra que nadie se puede perder.
Amé cada uno de los personajes y a “Ramón” también.
Una mirada.Desde “El cielo de los Artistas”
Lilian Kovalenko
30/04/2018 23:06 Adriana E Excelente obra!!! es un llamado a padres,docentes y toda la sociedad.Las actuaciones,todas impecables.Reí y me emocioné mucho...me dejó pensando...Bellísimo espectáculo,lo recomiendo.
28/04/2018 09:51 Debora 14 Inverosimil. Se quedan en la forma, en la idea, sin terminar de habitar los personajes. No es realista ni absurdo, no por etiquetar el genero, sino que la sensacion es de muchas ideas lanzadas sin mucha coherencia. Salvo algunas actuaciones, la mayoria sobreactuado, exagerado. Cobran una entrada que no llega a la altura de lo que ofrecen, a nivel tecnico a una espectadora se le cayó un cable en la cabeza, los actores subiendo por atras del telon. Entiendo que eso puede ser una eleccion estética, pero a mi gusto, no deja de crear el ambiente de ficcion, que necesita el que esta intentando disfrutar y creer en el relato q se muestra. Interesante el final, cuando los actores se conmueven al mirar al publico
17/04/2018 21:35 Sabrina Muy recomendable. Me gustó mucho la obra. Gran actuación de todo el elenco y en especial de Checha Kadener!
14/04/2018 12:58 Fepy Una obra que se va abriendo paso con el devenir de los minutos... momentos de reflexión, discusiones variadas que alimentan la necesidad de encontrar en el otro opiniones diversas que nutren. Momentos hilarantes que compensan acabadamente la cuota de solemnidad que la temática abraza.
Digna de verse más de una vez.
29/09/2017 15:22 FERNANDO F 2 Yo Ramón habla del trascurrir de una vida mecanizada, caricaturizada, sin profundidad, insensible y automática de la cual surge, o irrumpe habría que decir (desde un lugar inadvertido), la unión de lo explícito y lo implícito; la percepción entre ciega y lúcida de que algo está siendo vulnerado y se están precarizando instancias esenciales de la vida. Que se está lastimando el lenguaje y los códigos que sostienen una identidad profunda que se conserva solo en una cultura propia y querida.
La subjetividad colectiva de una parte o tal vez de toda la sociedad argentina en parte, trascurre por los espejitos de colores, modos caricaturizados de vida y la superficialidad y la banalidad más absoluta. Como efecto de la abundancia de recursos dramáticos y cierta velocidad enloquecida, se crea en Yo Ramón, la impresión en el espectador de que todo va a transcurrir hasta el final por ese mismo carril. Pero desde un lugar no anticipable irrumpe la angustia de uno de los personajes, que no puede seguir leyendo el texto cuando refiere a cómo los pueblos originarios vieron vulnerada su identidad, cuando se les impuso un modo de escritura y códigos ajenos.
En el momento cúlmine de la obra se presentan dos emociones. Uno de ellos es el dolor del despojo y el avasallamiento, en la voz de quien no puede leer el drama de otra época porque registra que es el de la propia. El otro es la bronca e indignación por las conductas defensivas del grupo que no se hace cargo del tema que angustia. El dolor y la bronca, los dos sentimientos reprimidos, no conscientes en este tiempo, prolijamente “administrados” a nivel popular, en parte por respeto a la democracia y en parte por memoria de lo que son capaces de hacer las oligarquías.
En el marco de la situación de inautenticidad que caracterizaba el texto en el momento previo, se produce un chispazo que el espectador puede advertir, si es que está preparado y trasciende la superficialidad defensiva (psicológicamente hablando) que la obra denuncia. Y si no está preparado, al menos puede registrar cierta emoción y cierto grado de conciencia. Gabriela Villalonga, quien hizo la dramaturgia, supo administrar, al modo de una buena terapeuta, intervenciones dramáticas que calcularon la profundidad y dirección de la incisión necesaria, para que el efecto sea el cambio buscado, lo que requiere que la intervención no sea excesiva ni escasa.