21/06/2014 14:38 Jorge Excelente!! Nos pareció muy original! Genial el trabajo de los dos!
20/06/2014 02:47 Cinthia G 15 Que falta de respeto llegar menos cuarto al teatro y que te digan que tu reserva no está!
26/05/2014 19:35 Leandro 9 Cuando un texto o una pieza teatral tienen la capacidad de decirnos muchas cosas en pocas palabras lo que hacen es regalarnos una mecha de encender ideas. La potencia artística sería algo así como la razón entre la cantidad de cosas que nos dispara una obra y el número de mensajes que nos envía, de pistas que nos deja.
Eso creía yo, ahora me doy cuenta, hasta que la casualidad me llevó a ver Spam y ya no sé bien qué pensar. Porque si algo aprendí de esta ópera hablada es que el rompecabezas de la vida que tanto nos esforzamos en armar está destinado a tener infinitas configuraciones posibles. A menos, claro está, que ese rompecabezas tenga muy pocas piezas, porque en ese caso la solución sería única: rutina y aburrimiento.
Spam nos enseña que para que eso no ocurra, para que algo nos pase, basta con violar un mandato. Si por azar o negligencia hiciéramos al menos una vez lo que nadie haría en su sano juicio, un pequeño acto, un simple gesto inesperado podría desencadenar, con una lógica perfecta y sin fantasías de ninguna clase, una sucesión de acontecimientos con fuerza suficiente para transportarnos (físicamente) a un lugar remoto, a unas situaciones impensadas, a una realidad que no se parece a lo que vemos todos los días, a la deriva de las posibilidades que impide el ancla de nuestra aburguesadísima zona de confort.
Transportados a esa otra realidad y parados en ella, miraríamos con la distancia necesaria los fragmentos de nuestra anterior normalidad. Desde esa perspectiva tal vez veríamos con alguna nitidez lo insanamente absurdo del mundo en que vivimos y al que tanto miedo tenemos de contradecir.
Aunque pensándolo bien ¿serán la distancia y la novedad las que nos abrirán los ojos? Spam sugiere esto, pero también sostiene algo más fuerte: que para comprender lo irracional del status quo debemos primero romper todo lazo con nuestro propio pasado. Más aún, que para poder alcanzar una mirada verdaderamente crítica debemos primero deshacernos de toda certeza; de las que nos han inculcado desde nuestra primera infancia y de las otras, más recientes, que nos siguieron inyectando a fuerza de publicidad.
Recíprocamente. Sumergidos en una forma de comunicación con reglas suficientemente bien definidas, los humanos no acertamos a ver más allá de sus límites y tenemos una fuerte tendencia a emplear nuestra energía en una especie de manía colectiva que no conduce a nada sino a la exageración; como si aráramos el mar, o escribiéramos en la arena.
Spam tiene la originalidad de un paper científico de primera línea. Como en la historia que cuenta, es en sí misma un collage de recursos minimalistas de consecuencias escénicas mucho mayores de lo que cabría esperar. (Pero entonces en esto sí trata de maximizar esa métrica de la razón entre revelaciones e indicios que enuncié arriba).
La obra utiliza las mismas leyes del azar que guía las acciones del personaje, un tal Mario Monti, al punto de que nunca nadie podrá asistir dos veces a la misma narración. Su desarrollo intenta y consigue ponernos a resguardo del caos con una claridad creciente que va elucidando cada uno de los interrogantes que se nos plantean. Al final no quedan dudas sobre lo que ocurrió con Mario, quien en realidad nunca supo bien quién era, pero sí con nuestra sociedad global que avanza desordenadamente en medio de desperdicios, mentiras, creencias absurdas, mafias y bancos encumbradísimos lavaderos de fortunas mal habidas.
26/05/2014 09:04 Patricia G 23 Excelente. Spregelburd es un genio y Zypce no se queda atrás.
Creatividad, diversión y reflexión, qué más se puede pedir?