25/09/2011 12:28 Cecilia 5 Muy buena puesta. muy buenas actuaciones. muy buena y creativa escenografia. muy buen sonido. muy buen vestuario. los felicito verdaderamente. Los felicito, muy recomendable, gracias
01/05/2011 03:44 Natalia F 56 “(…) ¿No podríamos atribuirle, por ejemplo, todas las responsabilidades a un fetiche perfecto y omnisciente, y tener fe en la plegaria o en la blasfemia, en el albur de un aburrimiento paradisíaco o en la voluptuosidad de condenarnos? ¿Que nos impediría usar de las virtudes y los vicios como si fueran ropa limpia, convenir en que el amor no es un narcótico para el uso exclusivo de los imbéciles y ser capaces de pasar junto a la felicidad haciéndonos los distraídos? (…) Yo al menos, en mi simpatía por lo contradictorio-sinónimo de vida-no renuncio ni a mi derecho de renunciar (…) sonriendo ante la inutilidad de mi gesto”. Oliverio Girondo
El Brío nos recibe con amor, un anticipo de lo que “El legado de Caín” pondrá más tarde a consideración de nuestra suspicacia. También nos convidan con vino, asocio con su Dios en la mitología clásica; patrón del teatro, inspirador de la locura y el éxtasis, comunicador entre los vivos y los muertos…tal vez sólo se trate de una asociación libre, si es que tal libertad existiera. Un espacio de irresistible sobriedad nos enfrenta a la belleza de 3 mujeres atravesadas por un pasado en la forma de otro lenguaje (a mi gusto, brillante intervención de las artes visuales en esta puesta). Conmovedora música acompaña desde la precisión lo perturbador que allí acontecerá. De elementales blancos y negros, la escenografía nos adelanta las inusitadas formas en las que puede devenir el amor, aquellas desde las que pueden explicarse y justificarse los actos más perversos o más cobardes que la especie ha consumado en todos los rincones del mundo a lo largo del tiempo. De elegante retórica y en la forma de un relato de tiempos oscilantes, ellas se ponen al cuerpo-de manera elogiable-la fuerza de una exquisita y profunda dramaturgia, explorando el lenguaje y el discurso hasta el paroxismo. Salen y entran de simultáneas acciones, del presente y del pasado, con augusta sensibilidad. Desnudan en cada decir lo frágil de la palabra; deifican, por temor, cicatrices de violencia en nombre del amor. Lo vulgarizan a la vez que lo endiosan. ¿Hasta dónde se puede honrar al genio? ¿Acaso es el sacrificio otra forma de amor? ¿Es perverso el deseo de trascender en el otro? ¿Es posible librarse en el amor de la fórmula amo-esclavo cuando ésta rige-inexorable-el resto de los vínculos de la vida capitalista? ¿Es hipócrita o valiente el esfuerzo por superar este binomio siniestro? Ellas se desarman, osadas y talentosas, ante lo atroz de su amor; cada una desde su posible, cada una desde su dolor, cada una desde su atribuido rol histórico (ya amante, ya esposa, ya ex esposa) sin dejar de compartir un solo instante el rasgo común que las devuelve a una precaria pero ancestral igualdad: lo femenino. Esta pieza, además de ofrecer una fabulosa mirada sobre Masoch; la perversión que lleva su nombre y su habilidad para la escritura-la de Quinteros también-, propone otra respecto del tratamiento social, liviano y ridículo del amor; desde las instituciones religiosas como el matrimonio hasta la cosificación de los hijos; los mandatos, los prejuicios, el ocaso del erotismo y las mentiras con las que negociamos convivir. “El legado de Caín” nos hereda las virtudes del amor libre y sano. Es esta una obra revulsiva-en el sentido de estimulante-de la reflexión sobre el universo humano de reacciones y sensaciones. Una acabada mímesis. La palabra en el escenario y el compromiso del artista con ella son, por suerte, inefables. Ergo, testimonien; verán que en rigor todos nacimos un poco fuera del paraíso o elegimos no creer en él, pero vivimos sometidos a una desenfrenada, torpe y accidentada carrera por encontrarlo.