17/07/2017 20:04por Horacio 271 Los debates entre Sarmiento y Alberdi de mediados del siglo XIX, lo que ambos estadistas debatieron entonces, es la condición esencial para entender qué pasaría después con el país que se constituiría.
El triunfo y la derrota (a medias) del proyecto pergeñado por cada uno, son repasados con talento y sensibilidad en esta puesta tan bien dirigida por Bonín como interpretada por Juan Carrasco y Mario Alarcón.
Más que aconsejada.
16/07/2017 10:35por Horacio 271 De cómo contar con un clásico con sensibilidad, talento e inteligencia, escribiría si quisiera resumir.
Pero no es mi estilo y vuelvo a abusar de la paciencia de los administradores de este espacio.
'Hambre y amor' es una puesta, ante todo, efectiva y sutil, valores escasos en esta temporada que derrocha tanto exceso: obras interminables (remember las cinco horas del San Martín el mes pasado) de tanto coro, de tanta escenografía grandilocuente.
Bartís, en cambio, simplifica.
No marea (ni se marea) con fuegos de artificio ni golpes de efecto.
Hace teatro el hombre, con sensibilidad, con sensatez y con mucho (pero mucho) talento.
No escuché una sola tos de las veintipico de personas que vimos la puesta el sábado 15 de julio a las 9 en la terraza del Sportivo de la calle Thames.
Ni tiempo nos dimos para joder con celofanes de caramelos o con ringtones o con pitos.
Porque era muy bueno lo que veíamos.
Porque se dio en la tecla siempre, lográndose una conjugación esencial y excepcional: dirección, elenco (que responde a esa dirección), escenografía y puesta de luces, todo ajustado.
Quedé muy contento con esta puesta (la mejor en mi año 2017) y entre tanto elogio me hago un espacio para destacar -por sobre una media altísima: no hubo una sola actuación que fallase o desentonara- las actuaciones de Micaela Rey (una actriz con una voz del cine de los años '50, genial) y la de la querida Mirta Bogdasarian.
Vayan, che.
14/07/2017 15:38por Horacio 271 El programa de mano anticipa que 'Umbrío' es un estreno de Josep Miró, en el San Martín.
Justificada elección, la de Miró: estreno en Buenos Aires, una ciudad que tiene tanta tradición teatral y festeja tanto su teatro. Al igual que la crítica especializada que dedicó loas unánimes al estreno internacional.
Escribí lo anterior, porque no entiendo mucho las razones de tanta celebración hacia una dramaturgia que atrasa (y cuánto), pese a su impostura modernista, por así decir.
Con todo, la puesta vale la pena, en mi opinión por la dirección de Suardi.
La concepción de la obra, la escenografía (digamos: el aprovechamiento integral, eficacísimo de la Cunill Cabanellas) y los efectos especiales ha sido lo que más me gustó.
Las actuaciones fueron parejas y lidiaron con un texto que dice y que calla, que juega con las ambivalencias del sueño y la vigilia, como leímos del programa de mano.
Lucha superada con creces por la genial Gaby Ferrero.
Vale la pena pasar por la experiencia.
09/07/2017 13:20por Horacio 271 La primera consideración del comentario de quien vuelve a abusar de este espacio tan generoso a los opinólogos como yo, es la de destacar que uno se lleva del Metropolitan lo que había ido a buscar cuando decidió pasar por la experiencia de 'Nuestras Mujeres'. Divertirse. Y mucho. Llorar de risa, incluso, vivencia bastante excepcional en este tiempo amarillento.
'Nuestras Mujeres' es, entonces, una comedia de una eficacia arrolladora, dirigida con mucha inteligencia y (ante todo y por sobretodo) interpretada con inmenso talento por los 3 actorazos que juegan (en el sentido más puro y amplio del concepto) esta pieza simple e inmensamente efectiva.
Vale la pena (por estas y tantísimas otras razones) no perderse a Puig, a Marrale y (¡por favor!) a Francella.
01/07/2017 10:41por Horacio 271 Hace unas semanas vi esta versión pompeyena de Roberto Arlt, cuya existencia desconocía.
De hecho, el programa de mano da cuenta de la intervención del director en ese texto y quienes queremos bien a Audivert y tanto lo hemos seguido, podemos entrever los hilos de esa construcción.
Caprichosamente, tal vez, relaciono 'La farse de los ausentes' con dos puestas en las cuales recientemente el director protagonizó: 'Maratón' y 'Muñeca', con esta última la afinidad es aun mayor (Ivana Zacharski reitera, con gran talento, un personaje muy parecido al que interpretó en la obra de Armando Discépolo).
Digamos que, como sucede con la otra obra en cartel en el San Martín ('Parias'), se viene apostando a la desmesura.
Se cuenta a partir de una desmesura coral. Se cuenta (se quiere) contar que -eso me dejó contrariado- que el peronismo y que el radicalismo (que Juan Perón y que Hipólito Yrigoyen) son los máximos culpables de todo lo malo, por mal escribirlo.
Si se consigue el objetivo o no, esa es otra cuestión.
Como me dejó algún sabor amargo mi primera experiencia, iré por otra; sin dejar de destacar en este comentario que el esfuerzo de la producción (en cuanto a puesta escenográfica, de vestuario y de luces) ha sido especialmente eficaz, aunque (¡ay!) los grandes y tan queridos artistas que la interpretaron -por lo menos en la función que presencié hace unas semanas- parecieron naufragar en esa desmesura.
Habrá que volver.
30/06/2017 15:00por Horacio 271 A unas cuántas horas de haber pasado por la experiencia, me sigo haciendo preguntas acerca de 'Parias', puesta ante todo, arriesgada. Quien arriesga, tal el caso de Cacace, merece de antemano, cuanto menos, una mirada considerada hacia lo que propuso.
Ponderado el riesgo, habría que definir si lo que uno vio le gustó o no (tal, el sentido de estos comentarios abiertos a opinólogos como el que escribe).
Podría contestar que sí y podría escribir que no, porque la puesta está pensada desde demasiados lugares (y todos a la vez).
Tal vez, pienso que procuró Cacace contar lo real y lo onírico a partir de las performances de actrices y actores (que por alguna razón fueron ataviadxs con vestuario de la marca 'Adidas', cuyo logo, por razones que igualmente no termino de comprender, estampó en la piel de lxs integrantes mas jóvenes del elenco) que actúan, que cantan, que bailan, que se visten, que se desvisten, que suben y bajan las escaleras de la remozada (ma non troppo) Sala 'Casacuberta' del San Martín; en un escenario iluminado a giorno, por un momento y que luego se presenta penumbroso, cuyos rostros son iluminados con una linterna de mano; en escenas y en bambalinas; obligadxs a mirar todo el tiempo a la platea y a dialogar (literalmente en algún caso) con sus ocupantes.
Seguirían los etcéteras de tanta audacia, de tanto desafío, pero la entrada se hizo demasiado larga.
Aunque, claro está, todo debería leerse como un mérito del puestitsta, es claro que persiguió dejar esos recuerdos que dan cuenta de un texto 'desmesurado y caótico', jugado con una puesta que suma desmesura.
Las actuaciones han sido, sin dudas, puntos altos, con Subiotto un escalón por sobre el resto quienes (con las obvias excepciones de Acosta y Moschner) muchas veces parecieron arrolladxs por ese caos desmesurado.
Como fuere, creo que vale la pena.