30/05/2009 17:53por Horacio 271 No exagero si afirmo que anoche asistí a la experiencia teatral más intensa de todas las que he vivido hasta ahora. No hay calificativo suficiente para hacer justicia a esta puesta.
Lo primero que se me ocurre destacar es una cualidad propia de todas las propuestas de Villanueva Cosse: no hay en Marat-Sade individualidades que se destaquen sobre el conjunto a cuya tarea todos tributan y el resultado es así insuperable desde su calidad, cuanto desde su ánimo esencialmente colectivo. El grupo, la compañía es la que se destaca con un relieve inédito.
No apunto fisuras, porque no las hubo.
La potencia del texto, la crudeza de la temática (el fracaso del sector jacobino de la Revolución Francesa y el aprovechamiento de la coyuntura por parte se erigieron como nuevo grupo de poder que escamoteó los fines más altruistas y ambiciosos de ese evento) son realzadas por la inteligente sensibilidad de quien dirige la obra.
Reitero lo que dije al principio: no he visto hasta ahora nada más impactante, nada mejor.
18/05/2009 10:58por Horacio 271 La sombra de Federico vuelve para interrogar e interrogarse acerca de las razones de su muerte: interpela a su entregador, revisita lugares y personas, se reencuentra con su padre. La propuesta es luminosa, de un enorme respeto, de una emotividad sobria y eficaz.
El recurso de los títeres y marionetas que le anuncian a Federico su final, que interpretan las piezas de su obra que se representan constantemente en la obra, constituye otro punto muy alto.
Por sobre todo, destaco las actuaciones: Fabián Vena juega un muy creíble Federico, transmite muchísimo además cuando no interviene con un texto, desde su espanto ante la muerte inminente, con toda la dignidad mediante la que la enfrenta, otro tanto opino de la jugada por Graciela Duffau a quien no había visto nunca en teatro y me ha impactado muy especialmente. Aldo Barbero, José María López en particular no desentonan en un elenco muy lucido.
Lamento, en cambio, que no hayan considerado los directores la convocatoria de cultores del flamenco que acompañasen la trama. En efecto, hay uno de los titiriteros que toca (mal) una guitarra, hay unos cajistas bastante módicos y ni siquiera se destacan las palmas de las chicas del grupo de titiriteros, no pocas veces, fuera de compás. Tenemos en Buenos Aires excelentes exponentes del género, guitarristas de enorme sensibilidad y talento (Héctor Romero, Luciano De Franceschini, entre tantos), bailaoras y bailaores y cajistas que hubieran dado un realce mayor al único punto flojo de una obra entrañable y magníficamente actuada.
Paisaje después de la batalla
09/05/2009 14:32por Horacio 271 “Paisaje sobre la batalla” es sobre todo, una obra poderosa, apoyada en un texto que bucea los orígenes de la violencia nacional y el lugar que la “aristocracia” de los hombres fuertes del siglo XIX destinaron a los hombres –y muy especialmente- a las mujeres de a pie: la sumisión jerárquica y sexual. El Jefe grita órdenes implacables y crueles, pone a prueba fidelidades, sirve o no a las hembras a su antojo: la hija le pertenece y la somete, la esposa, está demasiado vieja e incluso le despreocupa sus eventuales infidelidades.
Brutalmente expuesto, dicho esto como un elogio, propone esa mirada con guiños propios del teatro clásico y shakesperiano: el incesto, la locura, la tragedia anunciada y efectivamente producida al final.
La temática hace pie en no ya un solo personaje reconocible, sino en unos cuantos más: si la trama sucede en Entre Ríos y todo parece aludir a Justo de Urquiza (el apellido del pintor, Blanes, que trabajó a sueldo de aquél, el reconocimiento de su parte en un momento de 13 machos paridos por madres que le pedían su reconocimiento, su afán en ingresar triunfal a Buenos Aires, etc.) hay guiños que sugieren que el General Dalmacio Cáceres (personaje complejísimo e impecablemente compuesto por Daniel Fanego) propone un collage de facetas de varios de los caudillos argentinos: en su relación con Úrsula (hija-manceba), papel jugado por una brillante Analía Couceyro, se entrevé a Juan Manuel de Rosas, en la mirada supersticiosa, a Facundo Quiroga.
Excelente desde varias miradas, no quiero dejar de lado la dirección de Mónica Viñao, en especial su aprovechamiento del espacio de la pequeña Cunill Cabanellas, la permanente intervención de todos los personajes en escena, el uso de las luces, de los efectos tormentosos.
Para verla varias veces.
27/04/2009 13:19por Horacio 271 "¿Qué nos pasó?", parecía expresar en su rostro desencajado, en su actitud incómoda, Alejandro Awada al momento de los aplausos, que coronó gritando (de manera nada sutil): "vámonos" a sus compañeros, para que todo termine pronto. La tibieza de los aplausos en particular.
¿Qué les pasó, muchachos?, pregunto yo, con mucho afecto, aunque con la decepción de quien esperaba muchísimo más desde todos los ángulos: el libro-lo más pobre, sin dudas- el aprovechamiento del personaje, una temática más sutil, más inteligente. Por caso, que todo el tiempo nos estén indicando en qué época estaba atravesando la secuencia de la pieza, que todo sea tan obvio...
Una pena enorme.
25/04/2009 15:20por Horacio 271 Como suele sucederme, desde siempre, esta obra del Complejo Teatral de Buenos Aires ha colmado mis expectativas. No sólo desde la propuesta (revisar un texto nacional de este nivel), sino también, desde la puesta en sí. La inteligente administración de recursos, propia del teatro oficial porteño es el aspecto que más me gratificó, en particular en el primer acto del velorio del guapo de Palermo, tierra de guapos-asesinos, de pusilánimes-asesinos que aspiran a guapos. Con cuanta lucidez se echó mano al recurso de superponer voces fuera de escena, para resaltar las impresiones generadas en quienes estaban a la vista de los espectadores.
El elenco, parejo en su contundente efectividad, aunque dejo sentado que sobresale de él Julieta Vallina: su actuación es conmovedora, impecable. Antonio Grimau ratifica la impresión que vengo teniendo de su nivel actoral, Tony Lestinghi, Marita Ballesteros y Joaquín Furriel hacen todo muy bien.
Una pieza profunda, un mensaje cruelmente expresado, tanto en su agudeza, como en su precisión.
Para verla más de una vez.
15/04/2009 23:45por Horacio 271 Pareciera que ya es un lugar común, una obviedad, destacar a Alfredo Alcón. Ponderar su jerarquía, su solidez, su entrega. No seré original en este caso y evoco esos merecidos atributos de ese laburante que es don Alfredo. Desde que entra a escena (yo lo vi de espaldas) algo pasa. Transmite el abatimiento de manera tal que conmueve. El texto es atrapante, el trabajo del director más que preciso y un elenco sólido que lo sigue y se divierte con él. Destaco como un punto alto en el rendimiento a la Oneto, en tanto vi un poco deslucido a Peretti.
Excelente.
Grande y Pequeño
15/04/2009 23:21por Horacio 271 Sensaciones encontradas me ha producido "Grande y pequeño". En verdad me ha decepcionado. La obra transita un tema si no demasiado trillado, por lo menos mejor tratado en otras piezas. Con más telento, digo. No se los ve cómodos a los actores: no me gustó lo de Pellicori y encomio a Roca, aunque el director lo expone de una manera brutal. Está encargado de la puesta en esecena de cada acto y se le nota el esfuerzo Por otra parte esos actos que se suceden de manera errática. El final pareciera justificar la temática si es que puede considerarse que el personaje de Pellicori a lo largo de toda la puesta monologó desde la habitación de un manicomio (pareciera sugerirlo la blancura de la escenografía), aunque ese final, que llega demasiado tarde, cuando ya todos estábamos exhaustos, es igualmente confuso.
Confusión perseguida tal vez por el autor, aunque la traducción del director fue poco eficaz.
Destaco la música: "Bandoneón" de Piazzolla.