Opiniones de FERNANDO F

  • EL ROBO, un policial metafísico 38

    08/09/2024 20:40 por Fernando F 2
    Lo pasé muy bien y escribí un COMENTARIO:

    El Robo es un policial metafísico: intersección entre un hecho delictivo incompresible -un robo - y los misterios más insondables del alma humana.
    La magia simpática -que la antropología estudió para intentar comprender los mecanismos psicológicos de los pueblos “primitivos”- juega un gran papel en la resolución del conflicto.
    La obra tiene un momento cumbre cuando Silvia y Ro confrontan con una intensidad creciente y llega un momento en el cual dicen, al unísono”, la misma frase. Se da allí una conjunción de significantes que se corresponden con la conjunción de un significado que las atraviesa por igual.
    A la protagonista le robaron “las monedas de oro” que había heredado de sus padres y al ladrón -su propio marido-, lo “partió un rayo”, en el sentido literal, luego del enigmático hecho delictivo.
    La línea que divide lo verdadero de lo falso, lo auténtico de lo inauténtico, y lo cuerdo de lo loco, es un eje fundamental de la obra. Para esclarecerla, hasta donde ello es posible, cada participante debe recrear los momentos clave de su vida para comprender las decisiones que -bien o mal- tomó, en tales o cuales circunstancias.
    En “El robo” es suficiente con que la muerte, con su carácter ejemplificador, sea únicamente simbólica: ése es el punto donde la interesante obra dirigida por Gerardo Fabris se cruza con la subjetividad colectiva del tiempo histórico que estamos viviendo.
  • Yo Ramón 33

    29/09/2017 15:22 por FERNANDO F 2
    Yo Ramón habla del trascurrir de una vida mecanizada, caricaturizada, sin profundidad, insensible y automática de la cual surge, o irrumpe habría que decir (desde un lugar inadvertido), la unión de lo explícito y lo implícito; la percepción entre ciega y lúcida de que algo está siendo vulnerado y se están precarizando instancias esenciales de la vida. Que se está lastimando el lenguaje y los códigos que sostienen una identidad profunda que se conserva solo en una cultura propia y querida.
    La subjetividad colectiva de una parte o tal vez de toda la sociedad argentina en parte, trascurre por los espejitos de colores, modos caricaturizados de vida y la superficialidad y la banalidad más absoluta. Como efecto de la abundancia de recursos dramáticos y cierta velocidad enloquecida, se crea en Yo Ramón, la impresión en el espectador de que todo va a transcurrir hasta el final por ese mismo carril. Pero desde un lugar no anticipable irrumpe la angustia de uno de los personajes, que no puede seguir leyendo el texto cuando refiere a cómo los pueblos originarios vieron vulnerada su identidad, cuando se les impuso un modo de escritura y códigos ajenos.
    En el momento cúlmine de la obra se presentan dos emociones. Uno de ellos es el dolor del despojo y el avasallamiento, en la voz de quien no puede leer el drama de otra época porque registra que es el de la propia. El otro es la bronca e indignación por las conductas defensivas del grupo que no se hace cargo del tema que angustia. El dolor y la bronca, los dos sentimientos reprimidos, no conscientes en este tiempo, prolijamente “administrados” a nivel popular, en parte por respeto a la democracia y en parte por memoria de lo que son capaces de hacer las oligarquías.
    En el marco de la situación de inautenticidad que caracterizaba el texto en el momento previo, se produce un chispazo que el espectador puede advertir, si es que está preparado y trasciende la superficialidad defensiva (psicológicamente hablando) que la obra denuncia. Y si no está preparado, al menos puede registrar cierta emoción y cierto grado de conciencia. Gabriela Villalonga, quien hizo la dramaturgia, supo administrar, al modo de una buena terapeuta, intervenciones dramáticas que calcularon la profundidad y dirección de la incisión necesaria, para que el efecto sea el cambio buscado, lo que requiere que la intervención no sea excesiva ni escasa.