Alba de oro

Eduardo es el hijo de Palmira, una viuda distinguida, que convirtió la casaquinta de sus padres en centro de francachelas con amigotes y amigas. Una empleada de la mujer le cuenta las aventuras de su hijo y Palmira decide apersonarse de improviso.

"El primer cuadro, más bien prólogo, en que aparecen ventanas o guardillas de una casa, de donde vuelan los cantos de la juventud anunciando el alba de oro: tiene una linda escenografía. El segundo, que se desarrolla en la quinta donde los jóvenes se entregan a sus deportes y bailes favoritos, contiene escenas de gran visualidad, muy animadas. También es lo mejor del tercero, un efecto de luz para destacar las siluetas de las bailarinas. En el cuarto, prima la letra sobre la música. Tiene un desenlace triste, pesimista, inesperado en un espectáculo de esta clase. Se cita una vez más a Darío para recordar que la juventud se va para no volver. El alba se ha tornado en ocaso." La Razón

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