Son casi 20 las salas que, al momento de hacer esta nota, integran ESCENA, Espacios Escénicos Autónomos. ¿Qué es ESCENA? Una entidad que agrupa a todos aquellos espacios teatrales que hasta hace poco no podían funcionar abiertamente porque sus características edilicias no son acordes a lo que pide la ley de habilitación. Hoy, gracias a que desde hace unos meses todas estas salas se juntaron, gracias a que armaron un colectivo, estudiaron la ley, han salido de la clandestinidad a las que la normativa vigente las condenaba y pueden funcionar, una vez iniciado el trámite de habilitación. Pero hay mucho más: el descubrimiento de estar unidas, la cooperación, el haber sabido hacerse escuchar por los legisladores y ser reconocidas, el ejercicio democrático que implicó esta conquista. Esto recién empieza.
En una calurosa tarde de diciembre converso con algunos de los representantes de estos espacios: Matías Feldman, de la sala Defensores de Bravard; Lisandro Rodríguez, de Elefante Club de Teatro; Lorena Vega, de Abrancancha; Rubén Sabadini, de Vera Vera Teatro y Claudio Gorenman, de Club Cultural Matienzo.
Me siento en sillón y, rodeada de ellos, siento, a medida que avanza la cosa, que, más allá de las interesantes reflexiones y los datos que en esta entrevista se vuelcan, lo más reconfortante de hacerla es percibir que en este momento histórico se ha vuelto posible imaginar nuevas realidades, para cuya construcción es necesario involucrarse. Así lo creen los integrantes de ESCENA. Así lo viví esa tarde.
-¿Cómo fue que decidieron juntarse y por qué?
Matías Feldman: -Fue una convocatoria de Colectivo Escena, específicamente de Martín Seijo. Había habido unas “protoreuniones”, en las que conversamos sobre nuestra problemática, sobre la necesidad de juntarnos. Luego eso se diluyó.
Hubo, entonces, una propuesta de parte de Martín Seijo, de juntarnos todos los espacios de teatro independiente que habíamos surgido en estos años y que estábamos en un estado fuera de la ley. La propuesta fue reunirnos para ver qué se podía hacer, cómo solucionar la problemática específica de estos espacios.
-¿Antes de eso padecían la problemática sin comunicarse?
M.F.:- Nos conocíamos, pero cada uno lo resolvía a su manera.
Lisandro Rodríguez: -Estábamos conectados pero?Yo percibía, antes de esa reunión, algo que se venía gestando. Que sí, que no. Apareció esta reunión, que no era para hablar de la problemática de los espacios, sino para ver una serie de cosas, pero lo que predominó en la reunión fue el tema de los espacios en relación a la ley de habilitación.
Lorena Vega: - Había un comentario que veníamos haciendo, que era que algunas salas estaban en la misma zona, muy cerquita: Bravard, Escalada, Abran Cancha, Vera Vera, y decíamos “Bueno, nos tendríamos que juntar porque las salas están a cuatro cuadras una de la otra”. Eran varios temas los que teníamos en común, pero lo que precipitó la cuestión legalidad fue el episodio del derrumbe de Beara, ya que a partir de ahí llegaron cartas de inspección a todas las salas menos a dos.
-¿Pero por qué llegaron? ¿Se sabía que existían? ¿En qué situación funcionaban?
L.V.: -Es que ahí nos dimos cuenta de que sabían que existíamos, de que tenían identificado dónde estaban las salas y qué sucedía allí.
-Qué extraño eso. Yo recuerdo que para ver algunos espectáculos había que reservar por teléfono porque las salas no aparecían en la cartelera de los diarios.
M.F.:-Cada sala procedía de distinta manera. Nosotros no hacíamos prensa, no sólo por la situación legal de la sala, sino por una decisión respecto de nuestros espectáculos. Manteníamos un perfil bajo, hacíamos difusión por mail o por Facebook, a través del boca en boca. En cambio otras salas no.
L.R.: -Nosotros, en Elefante, teníamos la política contraria a la de Bravard.
-Legitimar por el mismo hacer.
L.R.: -Por estar de hecho.
M.F.: -Seguíamos adelante sintiendo que podíamos funcionar de esta manera. Por supuesto nosotros, internamente, siempre nos ocupábamos de la seguridad de los espectadores. Siempre tuvimos los matafuegos, las luces de emergencia, aun sin tener la habilitación.
L.V.: -Y contratábamos servicios de cobertura médica, seguros. Esas responsabilidades las asumimos de movida.
M.F.: -A partir de Beara, el Gobierno de la Ciudad salió con los botines de punta.
Rubén Sabadini: -Salió para mostrar que había una gestión detrás y para cubrirse de tener propaganda negativa en el tema habilitaciones. Salió a tratar de apagar el fuego, por si sucedía otra cosa más. Sin embargo, eso no iba a ocurrir, porque ninguno de los espacios es un boliche y ninguno tiene fines de lucro.
M.F.: -Además estamos hablando de salas que, como mucho, pueden albergar a 50 personas y en algunos casos a no más de 30. Sentíamos que estábamos siendo metidos en la misma bolsa que los empresarios inescrupulosos que meten un montón de gente en donde no pueden, y que estábamos en peligro por una situación que no estábamos generando en absoluto. Esa sensación aceleró el proceso.
L.V.: -Además comenzaba a pasar que llamaba alguien de otra sala que decía “a mí también me llegó la nota de inspección”. Empezábamos a sentir como una especie de persecución.
M.F.: -Le llegó a Elefante, que había decidido mostrarse, y a Bravard que había decidido no mostrarse, así como también a todas las salas preexistentes. Es decir, a todos por igual. Eso generó, yo creo, algo paradójicamente favorable, ya que comenzamos a trabajar más mancomunadamente.
R.S.: -Y además empezamos a comprender qué significaba la ley sancionada tres o cuatro años atrás. ESCENA se empezó a involucrar a partir de las citaciones, pero a partir de ahí se empezó a entender la letra chica de la ley. Descubrimos que la ley imponía un gasto económico, así como también determinadas condiciones que contradicen al espíritu del teatro independiente y su búsqueda. Porque si, indudablemente, esos creadores comenzaron a trabajar en esos espacios es porque no se sentían representados por espacios de otras zonas de la ciudad, del Abasto, del Centro o del teatro oficial.
L.V.: -Quiero mechar algo. Me parece que antes que eso hubo una instancia interesante de discusión respecto de nuestro lugar y de qué significan nuestros espacios. Había salas que querían seguir funcionando cómo hasta ese momento. ¿Por qué habilitar, si eso ero injusto, oneroso e imposible? Otros pensábamos que ya existíamos, que ya nos conocían y que, entonces, eso merecía ser más reconocido.
M.F.: -La carta de citación fue determinante en ese sentido. Nos dimos cuenta de que ya nos conocían. “No tenemos que escondernos más. Lo que queríamos evitar, ya sucedió”, pensamos.
L.V.: -Esas discusiones llevaron al sentido más importante y fueron el motor de todo lo que vino después. Es decir: pensar bajo qué leyes funciona el teatro en la ciudad, bajo qué leyes se nos pedía funcionar. Me parece que ahí hubo un punto de inflexión importante. “No nos vamos a esconder -dijimos-. Existimos y tenemos mucho derecho a hacer esto. Somos una parte fundamental de la producción artística de la ciudad. Eso tiene que ser escuchado, y comprendido en las condiciones en las que esos espacios se están manifestando”.
M.F.: -Las leyes siempre vienen tarde respecto de lo que ya está sucediendo en la realidad. Y la realidad es que el teatro en Buenos Aires tiene una inmensa cantidad de obras. El teatro independiente es una actividad enormemente vital, una gran actividad de la ciudad. Ahora bien: la cantidad de espectáculos no se corresponde con la cantidad de espacios que hay. En un momento eso generó una presión muy fuerte así como modos de exhibición muy incómodos. ¿Cómo funciona? Uno tiene que ir a una sala. Dispone allí de dos meses, nada más. El espectáculo debe ir muy bien de público, de lo contrario debe bajar. No tiene lugar para poner la escenografía porque está la de otra obra. En fin: son problemáticas que se dan en espacios de esas características y entendibles para los dueños de salas. Ahora, eso no es cómodo para los generadores de teatro. Creo que estas situaciones motivaron la aparición de la tendencia (de dos años a esta parte, diría yo) de que varios creadores pusiéramos, también, nuestra sala. La gran mayoría de las salas de ESCENA son de creadores que ponen sus obras ahí. Esa es una diferencia interesante que empezó a surgir. Me parece que esta creación de espacios va de la mano con esto que está sucediendo en Buenos Aires, que es la cantidad de teatro que se hace. Lo que ocurre es que hay una ley que no facilita las cosas para la creación de espacios, por lo cual estaba habiendo una presión enorme, que se producía por el choque entre un montón de obras que necesitaban lugar y una ley que iba en contra de la creación de espacios. Había, entonces, una especie de acumulación respecto de las salas ya existentes. ESCENA surge y viene a ser el actor que quiere cambiar la ley, para que ésta sea más acorde a la realidad existente y para que fomente la creación de nuevos espacios. ¡Si en realidad los que estamos en esta situación no ganamos nada con nuestras salas! Es una situación casi altruista. Estamos haciendo cultura y encima la ley te hace todo en contra. Por eso ESCENA trata de modificar la ley, para que ésta fomente la creación de espacios y para que esos espacios que surjan acompañen la cantidad de obras que hay en Buenos Aires.
Claudio Gorenman: -Yo agrego algo que para mí es importante, que está más allá de lo legal y es que el movimiento de ESCENA implica trabajar, realmente, en grupo e intercambiar. Antes era como vos lo describías: cada uno solo. Fue, de pronto, darnos cuenta de que, más allá de las diferencias estéticas, podíamos laburar en grupo.
-Yo creo que ésta es una marca de época. Diez años atrás algo así era impensable, porque no estaba legitimada la sensación de que era posible cambiar algo. Ahora ustedes sienten esa fuerza. De hecho, otra pregunta relacionada con eso que yo iba a hacerles es cómo hicieron para llegar a todos los bloques, para moverse. Es una gestión importante que en soledad no hubiera resultado.
M.F.: -Más allá de las cuestiones prácticas de cómo lo logramos, yo creo que hay algo esencial que tiene que ver con una cuestión ética, con una postura muy fuerte de ESCENA en relación a lo que debe ser. Y desde ese lugar tenemos la fuerza moral de peticionar.
En nuestras discusiones pensábamos al comienzo “¿qué conviene hacer?, ¿por qué vericueto agarrar?”. Hasta que dijimos: “Momento: ¿qué es lo que ‘debe ser’, en relación a esto? Y hacia ahí decidimos ir. La postura tiene que ver con no solucionar emparchando y sólo para nosotros, sino solucionar de fondo. Para los anteriores y, sobre todo, para los que vendrán. Hay algo, entoces, que va más allá de lo práctico y de cómo hicimos. Ese el fundamento que nos da la fuerza.
-Esta muy bien, pero mi pregunta no tiene que ver con cómo hicieron prácticamente, sino con una posibilidad de gestión colectiva.
R.S.: -Es que la etapa individualista se agotó. Ese modelo ya no podía subsistir más. Si no nos juntábamos nos iban a comer la cabeza no sólo los inspectores, sino cualquier política cultural. Era necesario. Y ahora están dadas las condiciones para que la gente pueda trabajar en conjunto. Es algo que está ocurriendo en la sociedad en general. Las cosas en conjunto tienen más fuerza. Eso es algo que al mismo tiempo comprendieron varias personas.
C.G.: -Me parece que el tema de la necesidad y de la oportunidad es la semillita de esto, pero lo que surge a partir de esto genera que ESCENA no se quede solamente en cambiar una ley. No sólo se trata de allanar el camino para los que vengan en el futuro y mejorar las condiciones de habilitación, sino de establecer una colaboración, una cooperación, de conseguir cosas para todos, compartir experiencias y, por sobre todo, de tener contención. Vivimos en una sociedad súper hostil. El teatro tiene su magia y también su sensibilidad. Cuando las podés encontrar en otros espacios, el mensaje se vuelve más fuerte. Lo que nos dio el gran empuje fue el discurso unificado, que hizo que todos los bloques partidarios comprendieran la urgencia y a necesidad que les planteábamos. Ahora bien: la ley que impulsó ESCENA es fundamental para los teatros, pero no hay que dejar de ver que por ahora es un parche para un vacío legal o una confusión de normas, para parches que vienen de atrás que generan mucho miedo. Miedo que proviene de una idea de un Estado, como el de la Ciudad de Buenos Aires, que es hostil hacia los espacios, es decir: “cuando llego a tu puerta no quiero solucionar las cosas, sino que quiero clausurar”. ¡Bah! No sé si quieren clausurar, pero es una política así.
-Y también una idea sobre qué es la seguridad.
C.G.: -Exacto.
R.S.: -Y también una idea sobre lo que es el teatro. Porque ahí se pone en juego otra cuestión. Una de las primeras cosas de las cuales nos dimos cuenta era que todos los espacios nuevos eran teatros casas. Había algo en la configuración edilicia que aunaba. Adentro de esas casas sucedían obras de teatro. No necesariamente, entonces, las salas tenían que ser galpones grandes o los teatros del centro. El teatro es una concatenación de signos que sucede adentro de la obra. No son las paredes. Ese es otro gran logro: saber que la obra sucede dentro de la obra misma.
-Pero el espacio habla.
R.S.: -Claro, claro. El espacio emite también.
LV: -Por eso queríamos defender estos espacios diferentes y que fueran escuchados en su conformación y sus necesidades, y no tener que armar lugares según el modelo establecido de dónde se hace un teatro.
M.F.: -Ahí también tuvo que ver nuestra labor de ir a los legisladores, al Poder Ejecutivo y explicar con claridad quiénes éramos. Porque el Estado no ve diferenciaciones. Nuestra labor estuvo en ir a explicárselas con claridad. Era tan evidente que había una situación injusta, que no había manera de que hubiera una contra en relación a lo que estábamos pidiendo. Uno arma hacia arriba algo así como un demonio, algo inaccesible, hasta que se da cuenta de que hay una falta de comunicación. ESCENA, se juntó, contó, explicó la situación y ahí vio que existía un espacio que no había sido utilizado.
C.G.: -Creo que todo esto nos hizo descubrir qué dice la ley. Me parece que uno de los objetivos de ESCENA es intentar sacar de la vida de los teatros la imprevisibilidad del momento político.
-Lograr que haya una ley que ampare la existencia de estas salas, esté quien esté en el gobierno.
C.G.: -Para mí, uno de los debates futuros para ESCENA es intentar encontrar la verdadera naturaleza de este teatro autogestionado e independiente. Porque hay una pelea un poco chocante que es el fin de lucro o no. Poner al teatro en el mismo estándar que un restorán es un poco complicado. Un espacio cultural no es un boliche. Hay objetivos distintos, hay un reconocimiento, en un montón de normas y del público también, de la importancia que tiene la cultura y su fomento para la identidad de la ciudad en general, para la gente, en general. Y aparte, la mayoría de los que estamos acá somos personas que tratamos de llegar a fin de mes.
-No veo nada de malo en que vivan de su trabajo.
C.G.: -No, pero a la hora de legislar vos no podés poner un boliche en el mismo lugar de un teatro.
R.S.: -Hay un problema. El tipo que viene a inspeccionar dice: “Acá hay una cocina, le falta campana de cocina. Esto es un restorán”. Clausura como restorán. Y se le dice “Pero esto no es un restorán. No necesita campana de cocina”. Y él vuelve a responder “Sí. Es un restorán porque tiene cocina.” Ahí hay un problema del que ve. Es cierto que está bueno vivir de lo que uno hace, pero el problema está en que el que ve cree que hay un fin económico. Esto no puede ser legislado por leyes económicas, sino que debe ser legislado por leyes teatrales. Siempre termina pareciendo que el teatro es un negocio.
M.F.: -Y el teatro no es, en absoluto, un negocio. Es más: no vamos a vivir nunca de eso. No me canso de decir que podemos hacerlo porque somos burgueses. Es imposible vivir de una sala en la que caben 30 personas.
C.G.: -Independientemente de la palabra negocio, ya ha sido reconocido que el teatro y muchas otras formas de cultura necesitan apoyo económico, logístico y técnico para poder subsistir, porque hay mucha dificultad de llevarlo adelante.
L.V.: -En ese sentido yo quiero sumar algo. Por un lado, me parece que todos los bloques estuvieron muy comprometidos con dar el apoyo a lo que nosotros pedíamos. Considero que eso habla de una manera de sonar del teatro independiente en esta ciudad. Justamente este año se estableció el día del teatro independiente y ése es un signo del recorrido que tiene esta actividad. Me pareció que había cierta conciencia en todos los bloques, en que ésta es una actividad importante, que tiene que ser contemplada y cuidada. Lo otro que quería retomar es aquello de la marca de época y el trabajo grupal. No sé si todos comparten lo que voy a decir, y es que yo veo esto también en otros espacios. A partir de la muerte de Néstor Kirchner, junto con otros compañeros pensamos en armar un colectivo cultural. Estamos con el impulso de hacer más cosas. Por ejemplo hacerlas en el barrio donde está Abran Cancha, que es el teatro en el que yo participo. Y así, otras manifestaciones. Entre nosotros, los de ESCENA, se están dando algunas situaciones internamente: nos prestamos sillas, o bien, todos juntos compramos botiquines para que nos salgan más baratos, y así nos vamos pasando ayuda. Además hicimos un festival, en simultáneo con la gestión de este proyecto de ley, en el cual todas las funciones se llenaron. En cada obra le decíamos al público lo que había al día siguiente en otras salas y le contábamos la problemática por la que estábamos atravesando. Toda la gente firmaba las planillas que teníamos de adhesión. Me parece que el trabajo colectivo está siendo el vector de todo lo que está pasando.
-Hay algo que no me queda claro. Entiendo que pueden funcionar con la habilitación en trámite, pero entiendo que habría que modificar la ley. No sé si están trabajando en eso, (me refiero a modificar las pautas de habilitación), porque? cuando llegue la inspección final tendrá que estar todo en regla. Si no cumplen con determinadas pautas que pide la ley vigente, ¿qué va a pasar?
C.G.: -En realidad, muchas veces la problemática más importante es económica. Hay una gran diferencia entre empezar a trabajar recién cuando uno ya cumplió con todo y empezar a trabajar para juntar fondos y eventualmente ir haciendo las modificaciones que observe la propia municipalidad. Pero además está el objetivo de buscar una norma que sea un poco más comprensiva de la utilización del espacio que tiene el teatro.
L.R.: -Para mí lo más importante es que fuimos reconocidos y que por eso podemos pelear. Si yo presento la habilitación pero sé que me falta hacer la instalación eléctrica, que sale $15000, y no tengo ese dinero (la sala no lo genera), sé que luego van a venir, me van a decir qué me falta, y yo le voy a preguntar cuánto tiempo me dan, etc. Es una lucha que sigue.
R.S.: -Se empieza a comprender la letra chica. Hay una ley nacional que dice, por ejemplo, que en la instalación debe ir determinado cable. Ese cable es imposible de comprar para cualquiera de nosotros y aparte no es funcional ya que no se puede doblar, no se puede girar. Lograr que eso se entienda es la pelea que viene ahora.
M.F.: -Que la ley reconozca la diferencia entre una sala para 30 o 40 personas, en la que no hay un fin económico, con una en la que entran 350. La diferenciación actual sigue siendo insuficiente. Hay un montón de detalles en los que vamos a trabajar a partir del comienzos de febrero.
C.G.: -Creo que uno de los cambios más importantes es que se produjo en ESCENA y en sus miembros. Una de las cosas de las que me acuerdo es que, al salir de la legislatura, cuando se estaba por tratar el tema y estábamos todos eufóricos, uno de nosotros me dijo “recuperé la fe en la democracia”, una cosa así. De pronto nos dimos cuenta de que no las cosas no están tan lejos, de que hay una voluntad, tanto del oficialismo como de la oposición, de escuchar. Creo que la lucha del año que viene va a ser en muchos niveles. Además de cambiar la ley, habrá que avanzar un poco sobre lo que ya está, redescubrir qué se puede cambiar, qué caminos alternativos se pueden encontrar para los casos concretos. Se podrá plantear, quizás, “Señores: que me pidan este cable no tiene ninguna razón de ser”, y empezar a hablarlo y a buscar una salida consensuada.
M.F.: -Mi sensación fue de un ejercicio democrático. “¡Ah! –pensé-. Está bueno no esperar siempre que desde arriba tengan que saber la solución, sino ejercer nuestro derecho”. Si bien no está metida dentro de un partido, ESCENA está haciendo política. Necesitamos esto y vamos a pelear.
L.V.: -Por otra parte, también queremos hacer cosas juntos vinculadas a lo creativo, ver qué se puede armar entre las salas. Tenemos muchas ideas artísticas de cómo seguir adelante. Eso nos entusiasma un montón y también es signo de otra etapa y de un cambio de concepto.