Como ya se sabe, todo el mundo tiene derecho al descanso. Sí, los payasos también. Pero parece ser que cuando un niño no se puede dormir, hay que interrumpir el bien sagrado de la troupe y acudir a ella como única salida.
El escenario nos remite a hospital. ¿Y ellos qué son? Porque no tienen, del todo, pinta de médicos o enfermeros. Sin duda, nada mejor que preguntarles, porque ya su nombre implica un cruce: Alegría Intensiva. Mejor no quedarse con dudas, ¿no?
Son cinco: Irene Sexer (Doctora Marta), Silvina Sznajder (Doctora Stacatta), Ariel Kotlar (Doctor Jesico Ternura), Gabriel Cohan (Doctor Riten) y Luciana Wiederhold (Doctora Carlota). Constituyen un grupo que se denomina Alegría Intensiva y que trabaja en el Hospital Nacional de Pediatría SAMIC Prof. Dr. Juan P. Garrahan. Hoy, además, están haciendo una obra, Una historia para no dormir, en un teatro de la calle Corrientes. Pero mejor que hablen ellos.
Nos faltaron dos, pero los que están nos responden por todos.
-¿Cómo nació la idea del grupo Alegría Intensiva?
Irene Sexer: -Fue Mariano Rozemberg, director de Alegría Intensiva, el que me convocó para empezar el proyecto. Fue simple: me mostró una película de los doctores de la alegría en Brasil, y me dijo "quiero que hagamos esto en Buenos Aires". Después de ver la película, no lo dude: "¡Tenemos que hacerlo!", pensé.
Mariano me pidió que armara el grupo de clowns para que nos pusiéramos en marcha. Entonces no dudé en llamar a mis cuatro compañeros de rutas clownescas desde hacía más de 10 años, y amigos entrañables, también.
Gabriel Cohan y Luciana Wiederhold: -Irene nos convocó y todos dijimos que sí.
I.S.: -Yo sabía que cada uno, con su característica particular, iba a ocupar maravillosamente su rol en el hospital y así fue.
-¿Y ustedes cómo se formaron?
G.C.: -Nos conocimos en la escuela de Marcelo Katz y cada uno, además, se formó con otros docentes de clown.
L.W.: -Sí. Yo comencé, de adolescente, haciendo teatro y después me dediqué al clown y estudié con varios profesores: Marcelo Katz, Pablo Algañaraz, Gabriel Chame Buendía, Raquel Sokolowicz y algún que otro seminario corto. Siempre me pareció bueno el hecho de tener varias miradas de mi clown y con diferentes grupos.
I.S.: -Hace 12 años que soy clown. Tenemos coincidencia en la formación: estudié con Raquel Sokolowicz, Gabriel Chame Buendía y con Marcelo Katz, de cuya compañía formé parte durante 8 años. También estudié teatro con Alejandro Catalán y en mis comienzos con Alejandra Boero. Además hice danza y canto.
-¿Qué pueden decir de esta experiencia tan particular de trabajar con chiquitos internados?
I.S.: -La experiencia es hermosa, gratificante, humana al cien por cien. No sólo son los chiquitos internados, sino sus familias las que nos llenan de agradecimiento y amor. Como si cada martes hiciéramos un intercambio de amor por más amor, de agradecimiento por agradecimiento, de alegría por alegría, sin prejuicios, ni criticas. Un intercambio de brazos abiertos.
G.C.: -Realmente es muy interesante trabajar en el hospital. Por un lado, trabajar en las salas de espera, donde se juntan cientos de personas (chicos, padres, enfermeros, médicos, administrativos del hospital) es todo un desafío. Tratar de que todos la pasen bien, aunque sea un ratito, es un desafío. Por otro lado, las habitaciones nos imponen un trabajo casi individual. Nos encontramos con grupos reducidos que, a veces, se remiten al nene o nena internado/a y a su acompañante adulto. Es un trabajo más chiquito y hay que ir despacio, armar el vínculo y después mandarse. En general somos bien recibidos y todos nos prestan atención y nos respetan. Muchas veces los chicos son más protagonistas que nosotros y nos dicen lo que tenemos que hacer.
L.W.: -Para mí es muy gratificante, porque implica poder hacer lo que me gusta y estudié, puesto al servicio de algo social. La verdad, es lo que siempre quise hacer y nunca supe muy bien cómo, hasta que apareció esta posibilidad.
-Me gustaría que contara cada uno algún acontecimiento particular, para acercarnos un poquito a ese universo.
G. C.: -El otro día entramos a una habitación y nos miraron con bastante reticencia. Insistimos, porque no terminaban de negarse a que entráramos. Preguntamos si podíamos pasar y nos contestó la mamá diciendo "si no hacen mucha bulla...". En seguida nos tomamos ese comentario en broma y lo repetíamos entre nosotros. Al principio no recibíamos ningún signo de aceptación a nuestras propuestas. Sin embargo, seguían observándonos la mamá, el papá y el hijo adolescente, que estaba sentado en la cama comiendo. Seguimos probando e improvisando. hasta que en un momento el chico sonrió. No me pregunten qué hicimos porque, aunque intento hurgar entre todo lo que probamos, no consigo recordarlo. Lo importante es que su sonrisa, mezclada con la milanesa que estaba comiendo, duró un segundo. Fue como esos juegos en los que tratamos de estar serios y no reírnos. Cuando se nos escapa una sonrisa intentamos rápidamente volver al semblante serio. El efecto es muy llamativo. En este caso, si durante el segundo que el chico se rió yo hubiera estado mirando hacia el pasillo o a mi compañera, o sacando algún objeto de la valija, me lo hubiera perdido y, por su rostro, jamás hubiera sospechado que él se había reído. Sin embargo, a pesar de la velocidad de su risa, la madre lo captó y giró bruscamente la cabeza para verlo. Después siguió en lo que estaba haciendo y mirando de reojo lo que nosotros hacíamos.
La risa veloz e intermitente se repitió una o dos veces más. El clima ya no era el mismo y la madre se permitió comentarnos, aunque casi sin mirarnos, "lograron que se ría". Ese día costó superar la dura barrera que la madre había impuesto para el ingreso a la habitación. Sin embargo, con la media sonrisa que acompañó su último comentario, tuvimos un indicio de que algo se había transformado.
I. S.: -Yo voy a contar un suceso: una mañana yo, la Doctora Marta, y el Doctor Riten entramos al cuarto de Santiago, un nene de 7 años que estaba con su papá y al que ya habíamos visitado otras veces. Comenzamos a jugar con él y su muñeco, mientras Santiago inventaba historias acerca de ellos juntos. En un momento, sigilosamente, me acerqué al baño como para descubrir alguno de los millones de mundos posibles que hacemos ocurrir a veces allí dentro. Fue entonces cuando Santiago me frenó y me dijo: "¡Cuidado: allí adentro hay un tigre!", y comenzó a hacer el rugido feroz. Con Riten cada vez nos asustábamos más y el rugido del tigre era más y más fuerte, así como también nuestras reacciones. Santiago reía a carcajadas, se paraba en su cama, abría bien grande los ojos y se convertía en el tigre que él mismo había creado.
Una vez terminado el juego, nos miramos con Riten y le dijimos: "Bueno, nosotros nos vamos a ir porque ya no podemos más del miedo". Entonces él volvió a abrir enormes sus ojos, hizo una pausa y nos dijo: "¡Pero... el que rugía era yo!".
L.W.:-Yo quiero contar algo, desde otro lado, que me parece sumamente importante: fue algo que pasó un día con una médica que nos llamó y nos dijo: "Quería comentarles que ustedes visitaron a un niño la semana pasada, un niño que estaba bien clínicamente pero que no asimilaba los medicamentos. Por eso no podíamos darle el alta. Ustedes vinieron a visitarlo y esa misma tarde toleró los remedios y al día siguiente se fue de alta. Yo se los quería agradecer, porque para mí eso sucedió porque ustedes vinieron a alegrarlo". Fue muy importante para nosotros encontrarnos con que también para los médicos nuestro trabajo era importante y tenía un valor.
-Son sumamente bellos los comentarios. Y ¿cómo nace la idea de hacer la obra en El Nudo?
I.S.: -Sentimos que trabajando éramos un grupo muy sólido, y además de que nos encantaba la idea de volver a actuar juntos en una obra, nos parecía lindo dar a conocer Alegría Intensiva de esta manera, no simplemente en una nota en el diario, o por fotos o video, sino en acción. Decir: "éstos somos nosotros, así son nuestros clowns, de esta manera actuamos en el hospital, éste es nuestro humor, ésta es nuestra lógica", y que aquellos que no nos ven el hospital también nos puedan conocer.
G.C.: -Sí. Teníamos ganas de hacer una obra juntos. Pienso que por vernos y por trabajar juntos van surgiendo cosas. Al principio nos reunimos y costaba pensar en montar algo relacionado con el hospital. Finalmente lo abordamos y fuimos armando la historia, precisamente con el material que recolectábamos de esa experiencia.
L.W.: -Claro: la idea nace a partir de la posibilidad de contar lo que hacemos en el hospital. Y también del hecho de que somos actores y queremos poder abrir lo que sabemos hacer.
-¿Cómo se organizó la propuesta en relación con la dramaturgia, dirección y demás?
G.C: -Con todas las ideas, armamos una historia que fue variando hasta encontrar la que más nos gustaba y nos hacía sentir cómodos. Nos ayudaron en esa tarea Martin Joab y también Mariana Briski, que nos dirige y armó la historia con nosotros.
I.S.: -Mirá: una vez que decidimos hacer la obra, pensamos quién podía dirigirnos, que fuera humanamente interesante, que tuviera que ver con el clown, la comicidad y que tuviera ganas de crear con nosotros esta obra. Eso era fundamental. Por eso pensamos en Mariana Briski, que no dudó en ayudarnos y en ser la directora. Luego, en el armado, convocamos a Martin Joab, con quien ya habíamos trabajado durante muchos años, para que nos ayudara a articular la historia que queríamos contar. Estuvimos durante siete meses ensayando y estamos contentos. La gente que viene al teatro disfruta, se ríe y también se emociona, que está bueno también.
L.W.: -Te agrego que hubo varios momentos. En principio, como fue una necesidad nuestra la de hacer una obra teatral, creíamos que no teníamos que hablar del hospital directamente. Pero cuando el dramaturgo Martín Joab vino a ver lo que hacíamos en el hospital, nos dijo muy entusiasmado, "tienen que hacer esto, ésta es la esencia y la base de lo que es la ONG". Y ahí viene lo que contaron los chicos antes.
-¿Cómo puede caracterizar cada uno a su payaso?
G.C.: -Y... Riten intenta ser relajado, pero no lo es. En el fondo es un poco obsesivo y, en definitiva, bastante desubicado. Tiene valores muy arraigados y se debate entre su personalidad científica y exacta y un mundo interno delirante que cada tanto aflora sin avisar.
I.S.: -Mi payasa es Marta. Es la jefa de todo y de todos. Es desfachatada, mandona, obsesiva. Dice todo lo que piensa, tiene un lado enamoradizo y frágil. Si le llegan a decir algo que no le gusta, puede llorar un día entero. Detrás de sus órdenes y de ese llevar el control de todo, puede verse su fragilidad. Es coqueta y puede ser muy mala cuando se lo propone.
L.W.: -Carlota es una payasa que tiene como necesidad e impulso vital conseguir novio. No es muy selectiva y cree que cualquier hombre que conoce puede ser, pero siempre se le escapan. Es una fundamentalista del amor. Muy coqueta y femenina, le gusta comer cosas dulces. Y como a muchas mujeres, le gusta sufrir y dramatizar sus sentimientos. Cree ser más inteligente de lo que es, pero por suerte no se da cuenta.
-Nos faltan dos payasos más, pero para qué contarles... Mejor será que los vayan a ver directamente, ¿no?